La jugadora norteamericana de 50 años, Juli Inkster, fue sancionada durante la segunda jornada del Safeway Classic que finalizó el 22 de agosto, en North Plains, en Oregón, debido al chivatazo de un telespectador que no tenía nada mejor que hacer que meterse donde no le llamaban.
La jugadora estuvo esperando durante más de 30 minutos para dar su siguiente golpe, en un hoyo, con el campo parado, y decidió calentar poniéndole una pesa -una especie de donuts de acero- a uno de sus hierros, como suele hacerse en el campo de prácticas, para no quedarse fría. Un espectador, que veía el torneo por TV, denunció por teléfono a la jugadora y la USGA, tras comprobar por televisión la circunstancia, la descalificó.
Según la regla 14-3 de la USGA, uno de los órganos que legisla el golf mundial, está prohibida la alteración del material durante el recorrido y sanciona, en un apartado concreto, la utilización de ese tipo de donuts de acero que puso Inkster en su hierro 9.
Esta regla fue pensada para evitar que añadiendo peso al palo, un jugador pueda alcanzar distancias distintas con el mismo swing en función de sus intereses.
La sanción de Inkster, jugadora que participó en la Solheim Cup de 2009, es a todas luces injusta. Primero porque la denuncia viene de un telespectador, cosa que no debería estar contemplada por la USGA que, envuelve las reglas con papel de fumar, aunque algunas debería hacerlo con papel de estraza. Si alguien tiene que denunciar será una de sus compañeras de partido o, en su caso, un árbitro si contempla el hecho. Mal por los denunciantes chivatos, que nunca deberían haber sido permitidos.
Y es injusta, doblemente, porque la jugadora no utilizó el donuts de acero para jugar su golpe en el torneo, que sí hubiera sido motivo de sanción, sino para calentar mientras esperaba más de media hora -retraso que era responsabilidad de los propios árbitros-, para no quedarse fría.
No es la primera vez que los telespectadores se chivan de “anomalías” tan peregrinas. Al margen de otras, recuerdo siempre la sanción que le cayó a Craig Stadler, apodado “La Morsa”, por su volumen y sus bigotazos, cuando en 1987, en el Andy Williams Open, puso una toalla en el suelo embarrado, para poder dar un golpe de rodillas y no ponerse perdidos los pantalones.
Otro chivato denunció el hecho y Stadler fue sancionado, ya que los “tipos finos” de la USGA consideraron “una alteración del terreno”, colocar una toalla en el suelo. Sin embargo, los señores de la USGA, no consideran ninguna “alteración” cuando los jugadores fuman durante el recorrido de un torneo oficial. Eso sí que vale y no es denunciable. ¡Vaya un deporte olímpico, en el que los deportistas se echan un pitillito entre hoyo y hoyo! Si la Inkster se hubiera fumado un puro entre golpe y golpe, nadie le hubiera dicho nada. Y seguro que el espectador chivato, se hubiera solidarizado, desde su casa, con acción tan censurable.