Mi “jefe”, y sin embargo amigo, Basilio se ríe de mí. Y no sólo por los rabazos que soy capaz de dar en un partido, sino por mi ignorancia sobre muchas cosas de este deporte. La primera es que ya debería saber que para jugar, con cierta decencia, digo, hay que practicar más de lo que yo lo hago. La segunda, la distancia con la que me manejo del golf profesional. Quiero decir de la información del golf profesional, entendámonos.
Él, impenitente trabajador, es uno de esos aficionados que han hecho de su afición profesión. Y helo aquí, cada día, cada noche, aplicado a tener al minuto su página, Golf in One, que está como los chorros de oro de limpia y esplendorosa. Y, por si fuera poco, a sus conocimientos golfísticos y periodísticos, ahora ha añadido, su vena artística y le está haciendo un romance, otro más, a la señora o ex señora Woods, que ya no sé por donde se anda este matrimonio o ex matrimonio.
Claro, él está al día, ¡que digo día!, está al segundo, y se troncha cuando yo, inocente forrabolas le pregunto, ¿quién es la Eli? Y se desternilla cuando insisto ¿Cuándo vuelve el Tigre? Y menos mal que no le pregunté por el Puma, lo que ya hubiera sido un cante antológico. Pero es que a mí, lo que hace ese señor que, con ese nombre, habrá que ver cómo huele, me importa menos que ná. Lo digo por ahorrar. A mí, lo que me importa son otras cosas.
Porque, vamos a ver, de qué me sirve que ese golfista de Bengala haga muy pocas o le pegue que la rompa. ¿Acaso voy a darle mejor al driver? ¿Por un casual cogeré más greenes de segundo golpe? ¿Saldré del bunker con menos de tres golpes? En fin, no creo. A mí, lo que me importa, querido Basilio, amigos todos, es darle recto y largo. Lo que me obsesiona es no visitar con tanta frecuencia mi querido raf. Lo que no me deja vivir es pensar que de 23 no bajo por más que el Tigre y su pastelera vida sentimental tengan handicap triple cero.
A mí, el Tigre, Severiano o aquel al que llamaban el “Oso Dorado”, un tal Nicklaus, me importan poco. Más bien ná. Entiéndase bien. Me importan poco, porque ellos juegan a otra cosa. Ellos son magos y yo soy un pringao que mientras piensa en el grip se le olvida la cabeza; que mientras coloca un stance óptimo, se le aflojan las manos; que mientras, se concentra en la bola le tiemblan las rodillas; que… ¿es necesario que siga? Solo me acuerdo de ellos para consolarme porque ellos, si Basilio sí; si queridos colegas, también fallan. Menos, eso sí. Pero también los he visto irse al agua o sepultar la bola en mi más querido compañero de partido, el raf.
Así que, tanto se me da que la Eli, le atice al Woods con un hierro cuatro, como que “er Pisha” se fume un puro en el 19. A mí lo que me mola, me importa, me motiva, me pone, en definitiva, es bajar de 23, huir del raf como del diablo y patear como los dioses. ¿A ustedes no?