Uno, que es un honrado forrabolas, uno de los clientes más fieles del proceloso raf, se indigna cuando, en un campeonato de aficionados, al fin y al cabo ilustrados forrabolas como uno mismo, se ven relucir las trampas más que los famosos tres jueves del año.
Estos pájaros, y no me refiero a esas “rara avis” que son los “birdies”, no, sino a estos córvidos del golf que, si pudieran te sacarían los ojos para que no vieras sus arteras mañas sobre el campo. Los hay de todo tipo: emboscados buscadores de Rolex; enrocados pisadores de Bunkers; asaltadores de greenes; maltratadores de balatas; practicantes del “moving” bolero; matemáticos especializados en restas; “raferos” desubicados y atemporales (no llevan reloj y por eso, tal vez no buscan bola sino Rolex, y, claro, no encuentran ni la una ni lo otro).
De todo hay en los verdes campos de mi Andalucía; de Castilla, de Catatabría; de Cataluña… del universo mundo, por terminar pronto. Porque, queridos colegas, ¿es normal ganar un torneo con 45 puntos y hándicap 18? ¿Raro, no? ¿Es posible llevarse un trofeo después de que, por equivocación, a tu pareja de partido le pongan hándicap 36 teniendo 16? Si, es posible, lo han visto, recientemente, estos ojitos que pierden bola un día sí y otro también.
Los hay, ayer mismo uno de ellos se hizo presente, que después de casi darte un bolazo, se quedan impávidos cuando un compañero les advierte del peligro de tirar cuando el partido anterior no está a la distancia adecuada. Miran, cierran la boca, se hacen los Parnevik, te meten el buggie en las narices y vanse. Una gloria. Sobre todo cuando, poco después, uno de ellos llega y, descaradamente, mueve su bola en la raf con la punta del pitching y se queda más ancho que Daly después de trasegar un par de pintas.
Qué cara se te queda, viendo a estos ases del swing, cuando tú, pobre, honrado forrabolas, acabas de tirar la bola al bunker en un golpe de apenas 50 metros por no mover la bola en calle a pesar de que reposaba en el hueco de una chuleta que un idem había dejado sin reparar, que para eso él es hándicap 6 y tu -yo- un pringao de tercera.
Sí, queridos aspirantes del ansiado hoyo en uno, sobre todo si hay un coche de premio. Se le queda a uno cara de imbécil, no porque no hayas ganado el viaje, el Rolex y la piruleta, sino porque la ganará ese jeta que, no solamente no juega mejor que tú, sino que simplemente hace trampas mejor que nadie.
Uno piensa: si se comportan así por un reloj o un humilde putter, ¿qué no harán en sus despachos, en su curro, que es donde se juegan de verdad los cuartos? ¡Que miedo!