De raf en raf: La maldición del tres
El periodista Laureano Suárez escribe sobre la maldición del tres y se refiere a los pares tres larguísimos que hay por esos campos en todo el mundo.

En los últimos tiempos visito menos el raf. Seguramente es consecuencia de una mayor frecuencia de partidos. Últimamente le he vuelto a coger gusto a esto del swing y sus consecuencias. A veces nefastas, a qué negarlo. Pero no, ya digo, según aumenta mi presencia en los verdes espacios golfísticos, aumenta mi presencia en las calles, digo en las llamadas fairways, no en la puñetera rue.
Eso está bien. Aunque he de confesar que mis habilidades son tan escasas que casi prefiero estar en el raf para poder justificar un mal golpe. Porque, os parecerá increíble, pero juego con más confianza y eficacia los golpes en los que la bola reposa en el semiraf, ese espacio de hierba acogedora en la que el palo entra bien y la bola no llega a tocar el duro suelo. Lo del raf es ya más duro.
Un par de apuntes, éstos, que nada tienen que ver, por cierto, con el tercero, el del tres, el de los pares tres quiero decir. Están malditos. Al menos para mí. De los cuatro pares tres que hay en el Race, en Madrid: 3, 9, 12 y 17, hace unos días cuando jugué un torneo, invitado por Omega, no cogí ni uno en regulación, esto es, de uno en green. Los otros tres jugadores tampoco, lo que es mal consuelo, por cierto. Y es algo que me ocurre con frecuencia, por no decir siempre.
En el tres me quedé corto; en el nueve, me fui al raf; en el 12, corto y al raf y en el 17 a bunker. Una gloria. ¿Qué pasa con el tres? Para averiguarlo me fui a la numerología y me encontré algunas cosas graciosas: “Es un signo de optimismo y felicidad”. No será en mi caso, digo yo. “A veces está asociado a la inspiración y a la inteligencia imaginativa con capacidades especiales”, eso, a veces, pero, a mí, no me toca ninguna.
La respuesta a mis preguntas está en el lado negativo del numerito. Veamos: “es proclive a la dispersión”, bola a cualquier lado; “a la exageración”, me paso; “a los proyectos inacabados”, me voy fuera de límites; “a la falta de dirección”, directo al raf.
Y ya metidos en números, quise averiguar cuál sería el mío y sus consecuencias. El numerito no es el tres, es el dos. Atiendan: “es el número de los artistas y personas con sensibilidad y tendencias románticas”. Eso en el lado positivo. Queda lo mejor, lo negativo: “son tímidos, pueden “ahogarse” en los detalles, generar algunos miedos y caer en depresión”.
Así que entre la “dispersión y la falta de dirección” y la “timidez y la depresión”, no hay nada que hacer. Lo mío es el raf, el fracaso que, como todo el mundo sabe, es una horror, pero mucho más romántico.