¡Que bochorno, papi! Madrid se queda sin los Juegos de 2016, pero el golf será olímpico

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En la última votación y tras quedar finalista junto a Río de Janeiro, Madrid fue despedida con cajas destempladas de Conpenhague. La política, una vez más, ha podido con el deporte. Al menos, el golf será otra vez deporte olímpico.

 

En la vida se pierde más que se gana. En el deporte, que es el reflejo de la vida misma, ocurre otro tanto: son más las veces que se sufre una derrota que las que se celebra una victoria. Yo estoy acostumbrado a perder. De la vida no me quejo porque, aunque me han quedado muchas cosas por realizar, estoy satisfecho de casi todas de las que he hecho. En el deporte, sin embargo, el golf me da disgustos las más de las veces, aunque solo en lo que se refiere a los resultados, porque el resto es maravilloso. Si jugar y perder es estupendo, ¿cómo será ganar?
Además, y para terminar con el argumento, soy seguidor del Atlético de Madrid, así que en cuestión de decepciones, los atléticos podemos dar lecciones al mundo entero.
Por eso, a pesar de ser madrileño y español, yo no estoy ni disgustado, ni decepcionado porque los JJ.OO. de 2016 se vayan a celebrar en Río de Janeiro. Lo que de verdad me preocupa, es el bochornoso espectáculo de Copenhague, donde todo estaba ya decidido de antemano y se nos ha hecho creer que, de verdad, Madrid tenía alguna opción para ser la sede de los JJ.OO de 2016.
Lo de Copenhague, que no sé como llamarlo, porque no tiene nombre, es una farsa que cada vez se parece más a la de Eurovisión, aunque se disfrace con trajes, corbatas y señores/señoras sesudos que aceptan sin rubor participar en algo que se parece al Gran Teatro del Mundo, al que aceptan asistir como simples comparsas los grandes mandatarios del mundo, incluido el presidente de la que dicen ser la nación más poderosa del mundo -¡qué bochorno papi!- a mayor gloria de los miembros del COI (Comité Olímpico Internacional) que viven a cuerpo de rey -y no miro a Juan Carlos I, otro de los abochornados- y que fingen estudiar las candidaturas que se presentan en la parafernalia del último día, como si el voto dependiera de esos instantes postreros y no estuvieran otorgados desde mucho antes, según la conveniencia política de cada momento.
Estaba claro. En esta ocasión tocaba cambiar de Continente, así que el contenido importaba poco. ¡Éramos los mejores! ¿Quién lo decía! Los mismos que nos hacen comulgar con ruedas de molino cada día; los mismos que han decidido parar en Madrid las obras de la Ciudad de la Justicia, por falta de dinero, cuando se gastan una millonada en llevar a más de doscientas personas, en vuelos fletados al efecto, para que sirvan de palmeros en la Gran Fiesta de Copenhague (ver el artículo escrito antes de conocerse el fallo final y que aparece bajo este nuevo artículo). Ahora que se han vuelto sin llegar a tocar las palmas, con el rabo entre las piernas, los que lo tengan, y con la lágrima puesta, aquellas/aquellos que sean de lloro fácil, ¿quién se hace responsable de los muchos dineros gastados? Y, sobre todo, ¿quién se hace responsable de la decepción de esos doscientos viajeros y de los millones de madrileños/españoles que deseábamos tener una alegría en tiempos revueltos?
Porque se nos ha dicho, como siempre, insisto, que éramos los mejores, pero no se nos dice que en esto, como en Eurovisión, como en los Oscar, como en los Goya, como en los premios Planeta -salvando las distancias, claro-, como en casi todo en lo que interviene la política y donde hay intereses económicos, no paran de engañarnos. ¡Y lo peor es que son siempre los mismos! Y lo más peor (sic) es que siempre nos lo creemos… hasta que la cruda realidad nos devuelve la decepción una vez más.
Insisto en que el COI y sus centenarios miembros (no solo por el número, sino por la edad de muchos de ellos) nos engañan cada cuatro años con la celebración de unos Juegos que tienen ya poco de olímpico, donde el deporte fundamental es el atletismo, que no interesa lo más mínimo; donde el fútbol, que es uno de los deportes más practicado en todo el mundo, sino el que más, no lleva a sus grandes estrellas; donde la figura del deportista aficionado no existe ya ni siquiera en el badmington o el tenis de mesa, deportes, por otra parte, muy populares en Asia y donde, hasta ahora, al margen de unas breves apariciones a principio del siglo XX, el golf, con sesenta millones de practicantes en todo el mundo, había sido estigmatizado y relegado al olvido, cuando hasta el boxeo femenino estaba en la agenda de los “ilustres miembros del COI”.
Total, que ni siquiera la petición de un nonagenario ha servido para cambiar los criterios políticos del COI, que se han atrevido a darle una patada en el culo al líder del mundo, con lo cual le han dejado con el liderato al aire, que han rechazado a Tokio sin ningún miramiento y que se han decidido por Río de Janeiro porque es la hora del continente sudamericano. Y es cierto que ya iba siendo hora. No solo ha triunfado la política sobre el deporte, una vez más, sino que se sabía de antemano que era prácticamente imposible que dos Juegos Olímpicos se celebraran seguidos en el mismo Continente y a muy pocos kilómetros de distancia.
Pero de toda esta lección lo que hay que aprender, según mi opinión, es que los gobiernos no pueden admitir situaciones como las de Copenhague. Cuando Obama (¡qué bochorno, papi!), el Rey de España (¡qué bochorno, papi!) y el presidente del Gobierno español (¡otro bochorno, papi!) aceptan acudir al tinglado de la Nueva Farsa, que es lo que ha sido la reunión de Copenhague, les está bien empleado volverse con el fracaso a cuestas… Lo malo es que los ciudadanos madrileños y españoles, los que de verdad lo sentimos, no tenemos la culpa de que los políticos de todo el mundo -salvo las excepciones que, como las meigas, haberlas hailas- sean unos farsantes. Y del primer ministro japonés ya ni hablo, no sea que le hayan obligado a hacerse el hara-kiri.

PEREGRINACIÓN/ROMERÍA A POR LOS JUEGOS DE LA SIRENITA DE COPENHAGUE

(Escrito el 28 de septiembre de 2009, antes de la euforia/tristeza de conocer la noticia positiva o negativa para la capital de España)

Dos aviones, dos, nada menos, que yo sepa, ha fletado el Ayuntamiento de Madrid para que las distintas “autoridades”, entre las que se encuentran el Rey de España y el presidente del Gobierno español, además de jefes, subjefes, amigos, amigotes y demás ralea acudan de comparsas a la ciudad de Copenhague para asistir, en vivo, o en muerto, nunca mejor dicho, el día 2 de octubre de 2009 a la designación de la ciudad que ha de albergar los JJ.OO. del año 2016.
Madrid, Chicago, Tokio y Río de Janeiro se juegan el prestigio y los dineros -esos les importan poco a los políticos que van a Copenhague, dado lo poco que se cortan al gastar en preparativos y en invitaciones para este Viaje a Ninguna Parte- y las cuatro ciudades parece que han hecho lo posible, y algunas hasta lo imposible, para llevarse el gato al agua. Y lo del gato viene a cuento cuando se habla de Madrid, porque a los nacidos en esta ciudad nos denominan “gatos”, aunque el término sea desconocido para muchos porque no están las cosas para apodos, motes o similares.
Y yo me pregunto porque nadie me va a responder de manera oficial, por mucho que me empeñe: amén del gasto que se ha hecho hasta ahora, y del que se hizo para perder la oportunidad de 2012, ¿por qué se empeña el COI en hacer un espectáculo estilo Oscar de Hollywood, aunque sea en el Copenhague de la Sirenita, cuando de los ochocientos o mil invitados al “espectáculo” solo la cuarta parte va a salir dando palmas del lugar? Si lo que se pretende es que cada ciudad se de un baño de vanidad y haga publicidad de lo bien que saber hacer las cosas, lo mejor sería hacer esta reunión una semana antes de que los miembros del COI tomen la decisión final. Así, todos volverían a sus casas con buen sabor de boca y con la satisfacción del deber cumplido. Y unos días después, el COI/CIO podría montar una rueda de prensa multitudinaria, donde los únicos fastidiados serían los periodistas de los países perdedores. Pero los periodistas, la canalla, ya estamos acostumbrados a cosas así e incluso peores.
En tiempos remotos había un anuncio radiofónico en el que un individuo le preguntaba a otro:
-¿A dónde vas?
A lo que el otro respondía con euforia:
-¡A los toros!
Y el uno volvía a preguntar:
¿De dónde vienes?
A lo que el otro respondía con tristeza/aburrimiento/desesperación
-De los toros…
En Copenhague -si aún estuviera en boga ese anuncio, que debía tener como patrocinador a un cognac o alguna otra bebida espirituosa dedicada a levantar el ánimo de los aficionados taurinos y, por ende, de cualquier persona con la moral por los suelos-, la respuesta de las tres cuartas partes de los presentes en el oscarístico acto de la designación de sede oficial de los JJ.OO. habría sido el cohete de salida para empezar a repartir chupitos entre los desheredados de la fortuna.
¿Por qué obligar a tantas “autoridades”, personajes, jefes, subjefes, jefecillos, amigos, amigotes y demás comparsas a ir a un lugar donde la mayor parte de ellos va a sufrir una desilusión que les va a acompañar durante el resto de sus días?
Esta es otra de esas preguntas que quedarán sin respuesta y que habrá que volver a hacer dentro de unos años, cuando se repita, una vez más, la absurda ceremonia más parecida a los Oscar de Hollywood que a un asunto tan serio y tan costoso como el de los Juegos Olímpicos.
Lo peor es que todos, incluso los más poderosos, les siguen el juego a los señores del COI/CIO, porque al frente de las Delegaciones va lo más granado de cada país, políticamente hablando, se entiende. Por España acuden, nada más y nada menos que el Rey Juan Carlos y el presidente Zapatero. ¿Y si se tienen que comer el marrón?
Pero es que por los Estados Unidos tampoco va cualquiera, sino el propio presidente Obama. En Bwin ya deben estar haciendo apuestas:
¿Quién de los tres se volverá con el rabo entre las piernas, con perdón, El Rey Juan Carlos y el presidente Zapatero, o el presidente Obama?
Al menos, los miembros de cada una de las cuatro Delegaciones harán turismo, fotografiarán a la Sirenita de Copenhague que lleva allí desde 1913, cuando la encargó el cervecero Carl Jacobsen inspirándose en un cuento de Hans Christian Andersen, se pondrán moraos de birras danesas y tendrán algo que contar a sus nietos, aunque solo una parte de ellos narrarán una historia con final feliz.
Por cierto, yo estoy a favor de que Madrid tenga unos JJ.OO, aunque solo sea para que terminen la ciudad de una vez. Además, como aficionado al golf me parece bien que se decida en esta ocasión que el golf vuelva a ser deporte olímpico, como lo fue en 1900 y en 1904, aunque quede muy lejos. El golf es una actividad deportiva que practican 60 millones de personas en 120 países y bien se merece este reconocimiento olímpico que puede ayudar -aunque sea poco- al lavado de cara de un deporte que muchos ignorantes consideran elitista y excluyente. Y nada más distinto de la realidad como bien sabemos los que estamos algo informados sobre el tema. Además, si antiguamente las figuras del golf eran reticentes a este salto cualitativo como es la participación en los JJ.OO, en la actualidad, Tiger Woods, Phil Mickelson, Jack Nikclaus, Annika Sorenstam, Sergio García y todos los golfistas españoles, apoyan la candidatura olímpica de la disciplina golfística.

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