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DÍA MUNDIAL SIN TABACO. FUMADORES, FUERA DE LOS CAMPOS DE GOLF (ROMANCE)

El 31 de mayo es una jornada dedicada, desde hace tiempo, a ser el “Día Mundial Sin Tabaco”. Comienza así la Semana sin Humo que, en golfinone.es queremos prolongar durante toda la vida. Sobre todo en lo que se refiere al golf, bajo el lema: “Fuera fumadores de los greenes” y, por extensión de todos los campos de golf. Por extraño que parezca, las miles y complicadas normas del Royal & Ancient, que es el organismo que dicta en Europa las reglas por las que juegan al golf, tanto los aficionados como los profesionales, permiten fumar a los jugadores durante un recorrido de golf, incluso en los campeonatos oficiales. Contra esa absurda tolerancia hacia los fumadores, que supone una discriminación hacia los no fumadores, y una ventaja para los que fuman, que aplacan sus nervios con los cigarrillos o, lo que es peor, con un puro, Basilio Rogado ha escrito su “Romance del Fumador: fuera de los campos de golf”.
 
ROMANCE DEL “DÍA SIN TABACO”: FUMADORES, FUERA DE LOS CAMPOS DE GOLF
 
 
Igual que los caballeros
que fueron a las Cruzadas
a quitarle al sarraceno
aquellas tierras sagradas;
contra el cigarro encendido
aquí empieza una campaña
para que los fumadores,
con intención buena y sana,
dejen su vicio aparcado
antes de entrar en la Casa
Club que también se llama,
y donde, con buen criterio,
los fumadores no pasan.
Resulta algo chocante
que con miles normas vanas
como tiene el Reglamento
que más parece Ordenanza,
la de fumar no aparezca
entre prohibiciones tantas.
¿No será porque los viejos
del Royal, la grey anciana,
fuman todos unas pipas
que ni un carretero salta?
¿Por qué mi rival se fuma
un cigarrillo a sus anchas
para quitarse los nervios
si de patear se trata?
¿No está prohibido ayudarse
y las penas te amenazan
si con un solo soplido
un milímetro adelantas?
Pues de gran ayuda es,
y su cara les delata,
cuando embocan la bolita
después de dar la chupada.
Y así, con esa ayudita,
y la partida acabada,
siempre le toca al más tonto
pagar la cuenta en la barra.
Y todo por no fumar,
por no alterar la tarjeta
y estar, encima, a merced
de quien se sirve de tretas
para cambiar tras el humo
las cifras brutas y netas.
Más, llegados a este punto,
quiero hacer una pirueta,
un inciso en el romance
para que quede, concreta
y bien sentada opinión
en esta privada encuesta:
nunca he sido fumador,
pero a mí no me molesta
que fumen alrededor.
Mi mujer fuma en la casa,
bien sabe que no me importa
mientras no sea en la cama,
que son otros menesteres
para los que debe usarla.
Nunca he fumado en pipa,
ni chocolate, ni nada
y ni un solo puro habano
ha llegado a mi garganta.
Sin hablar de cigarrillos
que son también cosa insana.
En cuanto a los fumadores,
no tengo nada en su contra,
pues cada uno se mata
con lo que más le apetezca,
con lo que más daño haga.
Pero no puedo aguantar
que el humo sea una trampa,
no ya por cegar mis ojos,
sino por ver alterada
la tarjeta del contrario
porque tengo que firmarla
y firmar es confirmar
del rival la animalada:
presentar una tarjeta
que con muchos puntos gana.
Y si eso es cosa mala,
peor es la guarrería
en el fairway encontrada,
bien en forma de pitillo
o de colilla quemada.
¿Quién no ha tenido en el green
que pegarle una patada
al resto de un cigarrillo
o a una breva chamuscada?
Mancillar con el tabaco
la pradera verde clara,
no es falta de educación,
es porquería sonada
y ni los ecologistas
encontrarán más palabras
para expresar su protesta
que quien firma esta sátira
para escarnio de quien tira
al terminar la fumada,
las sobras de la humareda
que a sus pechos solivianta.
Es tanta la porquería,
la basura acumulada
que los guarros que la tiran
deberían meterse el resto
por la posterior culata.
Y si son aficionados
los que hacen cochinadas
malo es, pero es más trauma
si los que chupan del bote
son jugadores que ganan
sus buenos euros por darle
a la bolita alveolada.
 Con lo que me encanta el Pisha
que es mi jugador del alma,
me parece un mal ejemplo
sus coqueteos con la habana
Aunque ahora ya no fuma
durante la ronda jugada,
al final de cada vuelta
le espera la gran calada
y con su puro en la boca,
succiona con gran gozada
el chupete de tabaco
al final de la jornada.
Y esa imagen tan cachonda
que a muchos les hace gracia
no es buena para el deporte
y es fatal para la infancia.
Y no solo es Miguel Ángel
quien fuma de una tacada,
hay muchos profesionales,
que, de forma exagerada,
como hace Darren Clarke,
dan chupada tras chupada
antes de darle a la bola
y después de la pegada.
Y eso deberían prohibirlo
en St Andrews, capitana
de escribir todas las normas,
aunque sean una tontada.
Que con normas anticuadas
en el deporte del golf  
fumar sea una coartada
para tener menos nervios
con la bola casi dada,
no se ve en otro deporte,
solo en el golf esto pasa.
 Dicho queda lo ya dicho
como respuesta fundada
a quienes ahora pregunten
por mi fobia aquí expresada:
yo no tengo nada en contra
con el que fuma a mansalva,
por mí puede suicidarse
con lo que le venga en gana.
Pero si fumarse un puro
le da fuerzas aumentadas
y me gana la comida
tras hacer una jugada
con la que mete en el hoyo
una bola deshauciada,
yo no voy a consentir
que mi honor se vaya al traste
solo por una chupada.
Moraleja:
Ni una colilla más
aunque te cueste el partido,
en el green arrojarás,
que no hay nada más cochino,
más guarro y más parraflás
que una colilla apagada
en medio del ray grass.

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