De raf en raf: ¡¡¡Pues haber dicho!!!
El periodista Laureano Suárez tiene insana envidia de los que hemos hecho hoyo en uno y, especialmente de los que lo han conseguido más de una vez.

Estoy que no salgo de mi asombro, aquí el compañero de web, Don Miguel Ángel Nieto (así con mayúscula, que lo suyo es grande), no sin un pelín de pudor pero sí con legítimo orgullo, cuenta que él, en siete meses, ha hecho hoyo en uno por dos veces. Para más INRI, en el mismo “bujero”, o sa.
Como dicen en mi tierra, “ye p’a ir mexar y non char gota”. Porque, por si ustedes no lo sabían, aquí, mi dilecto director, don Basilio Rogado, también se lo ha hecho. Y, claro, para un huésped habitual del raf y alrededores: bunkers, matojos, barrancos, fuera de límites, zarzas, lagos, charcas y regatos… el hecho de estar de uno en green es insólito o, en todo caso, milagro. Ya lo de embocar es, simplemente, producto de nuestra imaginación, como dice Anthony Blake. Quiero decir que yo… ni soñando.
Miguel Ángel, Basilio y toda esa grey de jugadores de fortuna, sí de fortuna, porque ya me dirán ustedes si no es pura chamba meter la bolita de un solo golpe en ese minúsculo agujero que desde el tee ni siquiera se adivina. Apenas se intuye, y eso porque una banderola indica que anda por allí. Eso ni se entrena ni se espera, sale, y punto. Porque, por más que la mandes, “cerca de donde está la bandera” como bien dice Miguel Ángel Jiménez, el Pisha, nadie la manda al hoyo.
Aunque, querido colegas del handicap estratosférico, de todo hay en la vida. Cuentan que uno de Bilbao al que le toca un buen pellizco en la lotería, se compra un equipazo de golf y se hace socio de un prestigioso club. Se presenta allí hecho un primor y dispuesto a jugar. Los veteranos lo sacan de su error: “Hay que dar clases, amigo”, le dicen. El tipo se merca un profe y éste le explica, como Miguel Ángel dice, que en este deporte se trata de darle a la bola y dejarla cerca de la bandera. El de Bilbao, agarra un hierro, hace un swing, le arrea un golpazo y la deja a una cuarta del hoyo. El profesor, asombrado, le dice: ¡joder macho, a poco más la metes”. Y el de Bilbao, con esa modestia que les es característica y ese acento de suaves modulaciones le espeta: ¡¡¡ Pues haber dicho, oye!!!