De raf en raf: A veces, odio el golf

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De la relación amor/odio que mantienen muchos jugadores con el deporte de sus sueños, escribe en esta ocasión el periodista Laureano Suárez.

A veces odio el golf. Este deporte insoportable me volverá loco. Empiezo un partido y, sin saber por qué ni por qué no, el driver, que es un palo al que le tengo confianza, se vuelve loco y se me hace de izquierdas. Quiero decir: todas las salidas, a la izquierda. Y ya saben ustedes lo que eso significa: el golfista empieza a analizar: ¿Me giro de hombros? ¿Me colocó la bola muy a la izquierda? ¿Tendré el grip demasiado fuerte? ¿Subo demasiado deprisa? ¿Subo bien, pero bajo deprisa? ¿No paso bien el peso? ¿No…? ¿Y si…?
Pues eso. Todo eso se piensa y en cada uno de los golpes, uno trata de modificar alguna de esas circunstancias. Pero, todo sigue igual. Claro, entonces empiezas a pensar que puede ser una combinación de algunas de ellas. Pero claro, son siete elementos, si no más, que combinados de dos en dos pueden dar casi cuarenta posibilidades y si los combinas de tres en tres, ya ni te cuento.
Así que, lo de siempre: salida, raf. Salida, raf. Salida, raf. Salida, fuera de límites. Solución: apunto a la derecha: salida recta… raf. Porque esto es así, queridos, es así. Y en estas cavilaciones estaba, sumido en la desesperación ante la mirada conmiserativa de mis compañeros de partido cuando uno de ellos, discretísimo me dice: ¿Por qué no te pones la bola un poco más al centro?
Buena pregunta. ¿Y por qué no? Así que, puesto a la bola en el tee del 12, después de una oncena de extravíos, retraso la bola unos cinco centímetros. Lo cierto es que no me encontraba muy cómodo pero, cómo le iba a hacer un feo a aquel colega que, amablemente, pretendía aliviar mi cara de “ecce omo”. Así que me coloco, me relajo, afirmo el grip, subo despacio y golpeo… bola neta, recta, larga… perfecta. Estupefacción general y un trío exhalando un ¡oh, jo, ah! de admiración y satisfacción al mismo tiempo.
A veces, odio el golf. A partir de ahí: 13,14, 15, 16, 17 y 18, drives casi perfectos, todos en calle, todos largos, todos rectos. ¡Maldita sea mi estampa! De seis hoyos, cuatro pares. ¡¡Ay, si lo hubiera hecho desde el uno!! Pero claro, eso es golf ficción. No es fácil retroceder en el tiempo. Es más fácil odiar el golf. Y eso hago. A veces.

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