Han pasado tres semanas desde la última visita al cirujano y se puede decir que: ¡YA TENGO PIÉ!
En realidad siempre lo he tenido, bien es cierto que bastante inservible durante un tiempo, pero siempre ha estado conmigo, solo que ahora me sirve para andar, función fisiológica que no se valora suficientemente hasta que se pierde.
Tras tres días caminando con ayuda de las dos muletas, decidí prescindir de una de ellas (curiosamente la del pié contrario al lesionado) y la cosa mejoró tan deprisa que al cabo de cinco días prescindí de las dos.
Ahora camino un poco renco (como se dice en la España rural), vamos, que no se puede decir de mis andares que sean galanos y armoniosos, pero estoy haciendo una vida bastante normal, aunque para mi la normalidad está un poco lejos todavía; imposible escalar andamios o subir taludes o rampas de mas del 10%, por no hablar de volver a jugar al golf, aunque debo confesar que el día 24 de diciembre por la mañana estuve pateando un buen rato en el “putting green” del Club de Campo, y no del todo mal, por cierto.
Llevo unos días estudiando la posición de mi pie izquierdo en el “stance” y estoy llegando a la conclusión de que ese pie (al menos al principio de la “reentrè”) deberá estar girado hacia el objetivo de tal manera que al realizar el “swing” no sea necesario un giro pronunciado y no sufran un estiramiento ni el tendón reparado ni los refuerzos que me han instalado en sus inmediaciones. (Espero que la RFEG no considere esos elementos “dispositivo artificial” o “equipo insólito”).
La carencia de andamios en mi cuarto de estar no me permite hacer probaturas en esa materia, pero todo se andará, que no hay prisa y una de las cosas en las que he mejorado notablemente en todo este largo tránsito ha sido precisamente en un considerable aumento de la virtud de la paciencia.
No creo que estas crónicas aquileanas se extiendan más allá de la décima entrega y ésta, auguro, contendrá el relato de las sensaciones de la vuelta al verde pasto de las calles y greenes de un campo de golf.
Volveremos a escribir entonces y ¡será ya primavera!.
José Luis Valenciano (presidente del Club de Golf de Arquitectos de Madrid)