Por Basilio Rogado
Días antes de la remodelación/crisis o lo que sea del gobierno de Rodríguez Zapatero, “El Mundo” publicaba una información con el siguiente título. “Polémica por la figura del edecán. Una capitán aparece en una foto llevándole el bolso a Chacón”.
Ya en el texto, el periodista que firmaba con las iniciales R.B. iniciaba la información con el entrecomillado siguiente: “Tírate cinco años en Marín, Zaragoza o Murcia (sedes de academias militares) para acabar llevándole el abrigo y el bolso a la ministra”.
Parece que la frase se ha repetido en distintos foros de Internet y el hecho de que una capitán/a del Ejército del Aire, por muy edecán o ayudante de campo que sea, acompañe a la ministra para llevarle el bolso y el abrigo, ha sido muy criticado.
Lo que no saben esos críticos, es que esa condición de porteadora -o de caddy, para decirlo en un lenguaje golfístico- de la capitan/a lo tenía tan previsto el presidente del Gobierno, como la salida de las tropas españolas de Kosovo. Nada es fruto de la improvisación, por otro lado tan española, sino de muchas horas de estudio, reuniones, tertulias, cenáculos y, en fin, sesudos encuentros, entre el presidente, la ministra de Defensa, Carme Chacón y los cientos de asesores que acompañan a ambos. En este caso, sin intérprete, no como en los foros internacionales, porque aunque Carme habla catalán en la intimidad, como aquel otro presidente de infausto recuerdo que también se expresaba en el idioma de Tarradellas cuando estaba en su casa, imagino que cuando se reúne con el presidente se comunican en español/castellano.
Pero estaba todo previsto. La ministra necesitaba una caddy para que le llevara, no los palos de golf, que todo se andará, sino el bolso, enorme por cierto para una visita oficial a la base de Rota, donde no creo que le hicieran regalos como para necesitar un bulto tan grande. A partir de ahora, y más con la llegada de Manuel Chaves -impulsor del golf en Andalucía, uno de los grandes aciertos de su paso por la Junta andaluza- a la vicepresidencia tercera, todos los ministros del Gobierno tendrán un caddy a su disposición, lo cual no encarecerá mucho los presupuestos, en esta época de crisis.
Ésta de los caddies es la primera gran decisión que toma Zapatero como nuevo Superministro de Deportes. Porque como estamos en crisis, el presidente, que había prometido la creación de un ministerio de Deportes, no solo no lo crea, sino que lo desgaja de Educación, donde ha estado hasta ahora, y se lo queda, es decir, lo hace depender directamente de su santa voluntad.
El pasado mes de noviembre, cuando recibió al equipo ganador de la Copa Davis, Zapatero prometió la creación de un ministerio de Deportes, pero ahora se ha vuelto atrás porque parece que el deporte es el causante de la crisis y no se merece un nuevo ministerio.
Yo no sé para qué hace falta un ministerio de deportes, a no ser para que el máximo representante -hasta ahora Secretario de Estado- acompañe a los Reyes en las muchas finales en las que participan españoles, pero tampoco sé que pinta el presidente del Gobierno como máximo responsable del deporte español. Quizás lo que quiera el presidente es asegurarse ese puesto en el palco de las autoridades al lado de los Reyes o de los Príncipes, porque el deporte español da muchas más alegrías y es mejor embajador en el extranjero que todos los ministros del Gobierno juntos. También es posible que Zapatero quiera, cuando vuelva a ver a Obama y le insista para que jueguen al baloncesto -mejor es el basket que la petanca de Felipe- explicarle que él manda en el deporte español y que tienen hora en cualquier cancha del país.
Precisamente por eso, porque es tan importante, es bueno que no tenga un ministerio porque, a lo peor, los políticos acaban con la racha de éxitos que se sucede desde hace años.
La decisión del presidente deja varias preguntas en el aire: ¿piensa el señor Zapatero dedicarle algún minuto de su valioso tiempo al deporte español? ¿Va a empezar a preocuparse por los problemas de base del deporte, por el deporte en la Universidad, por la labor de los federativos, o simplemente se reunirá con Jaime Lissavetzky -el Secretario de Estado para el deporte, que sigue- para hablar sobre la decisión de Florentino de presentarse a la presidencia del Real Madrid?
Como aquí nadie explica nada, no sabemos por qué Ángel Gabilondo, el nuevo ministro de Educación no puede seguir haciéndose cargo del deporte. ¿Será porque no le gusta?
¿Acaso le gusta la guerra a Carme Chacón?
Tampoco es explicable, ya puestos a hablar de los cambios, que la ministra que ocupaba la cartera de Administraciones Públicas pase a ser la vicepresidenta segunda y ministra de Economía y le quiten precisamente la responsabilidad de la política territorial que le pasan a Manuel Chaves, el vicepresidente tercero. Si es tan buena ¿por qué no la dejan para que intente arreglar los problemas con las autonomías, tan graves como los económicos?
Y en esa línea, ¿qué es lo que han hecho mal César Antonio Molina, hasta ahora ministro de Cultura, Mercedes Cabrera en Educación -¿una víctima de Bolonia?- y Bernat Soria, de Sanidad -que prácticamente no tiene competencias-, para que les cambien un año después, luego de haberles nombrado a bombo y platillo?
De lo de Pepiño Blanco y Magdalena Álvarez mejor no hablar, pero sí dejar constancia que han salido prácticamente todos los ministros independientes. Y es que no tener carné se paga de una manera o de otra?