Ni Tiger Woods, ni Phil Mickelson jugaron la pasada semana (10-13 de junio) el St Jude Classic que se desarrolló en el TPC Southwind, en Memphis, Tennesee, la tierra de Elvis Presley y de los Grizzlies, el primer equipo de baloncesto que acogió en la NBA a Pau Gasol y donde juega actualmente su hermano Marc. Es curioso que el pabellón donde juegan en Memphis los Grizzlies, se llama FedExForum, la misma empresa que patrocina la FedExCup, el ranking por puntos, en la PGA americana.
Memphis no ha sido, pues, escala obligada para los dos Grandes del ranking mundial, que se verán las caras, con el número 1 en juego, en Pebble Beach la próxima semana (17-20 de junio), en el Open USA, el segundo Grande de la temporada, aunque sí han estado algunos de los mejores jugadores europeos.
En la tierra del rock, un jugador norteamericano, Robert Garrigus, un jornalero del golf que ha estado a punto de inscribir su nombre en la historia de la PGA norteamericana, ha sufrido el “Síndrome de Carnoustie”, el mismo que llevó a Van de Velde a pasar a las estadísticas del golf como “el gran perdedor del Open Británico”, y el que -aunque las circunstancias fueron distintas, pero los resultados idénticos: la pérdida de un Grande en el último hoyo- hizo perder el Open Británico a Sergio García cuando lo tenía al alcance de la mano ante Padraig Harrington.
Garrigus, que en el último hoyo de la jornada dominical envió su golpe de salida al agua, empezó a perder su gran oportunidad de ganar el St Jude Classic, con sus dos años de excepción en el Circuito Americano y su millón largo de dólares de premio, a pesar de llevar tres golpes de ventaja (-13) a sus dos inmediatos seguidores: el sueco Robert Karlsson (-10), que iba en el partido estelar con el norteamericano, y el inglés Lee Westwood (-10), que esperaba sentado en la Casa Club, aunque no se figuraba la debacle de Garrigus.
El tercer golpe del norteamericano, después de dropar tras su salida al agua, fue aún peor que el primero. En lugar de ir al centro de calle y buscar llegar de tres al green del 18 (par 4) y con dos putts asegurarse el boogey que le daba la victoria, intentó llegar a green superando una arboleda enorme y… se quedó entre los árboles. Después, la crónica de un desastre anunciado: cuarto golpe, salida a calle; quinto, entrada en green, a unos diez metros de la bandera… y dos putts: total, siete, para un final con -10 y empatar con el sueco, que hizo par en el 18 y con Westwood.
Garrigus no solo perdió el coco, sino que se hizo de vientre, de manera figurada, claro, aunque desde varios hoyos atrás llevaba toda la culera de los pantalones empapada por el sudor. Los profesionales deben dar espectáculo con los palos de golf, pero no con sus miserias sudoriles. Comprendo que, con tanto calor y con tanta humedad como hacía en Memphis, los pros elijan colores claros para sus pantalones y polos, pero, en especial los pantalones, deberían ser de un color que disimularan los efluvios líquidos del cuerpo que hacen un feísimo efecto.
Salida a play off: hoyo 18. Robert Garrigus, al que persigue el mal fario, o su mala cabeza, sale con un driver magnífico que bota en calle, corre y corre… y se queda detrás de un árbol centenario, por lo menos. El caso es que con un boogie, Garrigus se va para casa: y se fue. Westwood y Karlsson quedan solos ante los hoyos 11, 12 y 18 de nuevo. Los dos tienen posibilidades de ganar, pero ninguno lo hace. Vuelta al 18, en el quinto hoyo del play off, donde Weestwood utiliza madera 3 y Karlsson un híbrido. El sueco deja el segundo golpe a diez metros de la bandera; el inglés arriesga más -también estaba más cerca gracias a su salida- y la deja a dos metros. Y la mete. Después de doce años, Westwood vuelve a ganar en el Circuito Americano y se perfila como un candidato a los primeros puestos del ranking mundial, a poco que se descuiden Tiger y Mickelson. Los tres se encontrarán esta semana (17-20 de junio 2010) en Pebble Beach, en el Open USA. Esperemos acontecimientos.
Recordemos que Mickelson, que eligió Memphis para reaparecer el pasado año, después de su retirada momentánea, dos semanas antes, al conocer los primeros resultados que le hicieron a su mujer, Amy, a la que le diagnosticaron un cáncer de mama que obligó al jugador a prescindir de sus compromisos profesionales. Las primeras pruebas realizadas a Amy confirmaron que el cáncer se detectó a tiempo y el número dos, que ha vuelto a la normalidad de su carrera profesional, está en disposición de ser número 1, si gana el Open USA u obtiene una posición entre los primeros, siempre y cuando Tiger haga un mal torneo y ahora todo ha vuelto a la normalidad.
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