Romance del Tigre de Madera IV: Mr Woods y doña Elín, el día de San Valentín
En fecha tan señalada como el día de San Valentín, con su octava, por delante y por detrás, Basilio Rogado ha escrito el IV romance de la saga del Tigre de Madera.

No es amor lo que reluce
el día de San Valentín
comienza el año del Tigre,
el del chino mandarín
y el golfista sigue huído
en medio de un gran trajín.
No parece que le importe
ni siquiera un celemín
ni que las caras amantes
se vean hasta en Pekín
pintadas en unas bolas,
no se sabe si de Ping
o de cualquier otra marca,
que se venderán a mil.
Que todo es cuestión de euros:
las pelotas, el pernil,
las amantes desechadas
del enano saltarín,
ese que iba entre las piernas
del Tigre de Chamberí
y al que ha convertido en gato
un médico de postín,
el que regenta la clínica,
en pleno Mississippí
de la que el bello golfista
acaba ya de salir,
no se sabe si atenuada
su fiereza juvenil
o simplemente lavada
su cara de serafín.
Viajando por el Caribe,
según dicen por allí,
en otra luna de miel
con su mujer, doña Elín,
el Tigre quiere aplacar
la venganza de la hurí,
ofreciendo sus amores
el día de San Valentín.
“Amores para qué os quiero,
yo prefiero el dinerín
-le responderá su esposa
en medio del mar sinfín-
porque ya me lo he ganado
aparcada en tu redil,
mientras tú te solazabas
en constante frenesí.
Así que regresa al golf
porque yo quiero invertir
y necesito el dinero
que me puedas conseguir”.
Elin, no penes por eso
porque hasta por dormir,
al Tigre le están pagando,
sin que tenga que sufrir
ni pegarle a la bolita
para poder subsistir.
El Accenture no lo juega,
no lo puede consentir
porque esos consultores
le amargan el porvenir,
igual que los de AT&T
que no le quieren allí:
le han quitado el patrocinio
por lo que puedan decir
golfistas, aficionados
y gentes de buen vivir.
Y para reaparecer,
volverá a pisar el green
allí mismo, en su Florida
y le van a recibir
todos sus buenos amigos,
porque se va a redimir
en un torneo benéfico
donde van a repartir
unos millones de dólares
para luego presumir
de lo espléndidos que son
los ricos de aquel país.
Sería para finales
de marzo, que no de abril,
porque para el mes florido,
ese de las aguas mil,
se le espera para Augusta
porque al Masters debe ir.
El espíritu Nicklaus
le aguarda dueño de sí,
que tiene 18 Grandes
guardados en su cubil.
Para enjugar la ventaja
tendrá presto que acudir
porque el Oso su guarida,
no se dejará invadir:
cuatro son muchos Grandes
y aquel Tigre varonil
no es el mismo que era antes,
porque acaba de salir
de la clínica famosa,
de su cura antiviril.
Si quiere ganar un Grande,
y la ventaja reducir,
no le queda otro remedio,
tendrá ya que decidir
si vuelve en plan ganador
o está por verlas venir.
Si en su vida familiar
no se siente tan feliz,
al menos que lo consiga
en el fairway y en el green
que, bien seguro, a su vuelta,
nadie le va a perseguir,
ya que todo el personal
le quiere ver competir
y que vuelva a ganar Grandes
para poder revivir
el mayor de los aplausos
que nunca pudiera oír.
(Foto: Venus y Cupido, de Alessandro Allori. Musée Fabre, Montpellier. Archivo Wikimedia Commons)