La Toja: golf y buena mesa en un marco incomparable

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Oscar García Fernández, presidente de Proibinsa Grupo, suma a su condición de empresario de prestigio, dos grandes aficiones: el golf y la cocina. Ambos saberes los compartirá, a partir de ahora, con los lectores de golfinone.es.

A partir de ahora la sección de Golf y Gastronomía se enriquece con un nuevo colaborador: empresario de prestigio, buen golfista, gran cocinero y mejor persona. Les hablo de Oscar García Fernández, presidente de Proibinsa Grupo. Oscar, al que me enorgullece calificar de amigo, suma a sus cualidades profesionales, fuera de toda duda, las de ser un golfista con handicap de doble dígito, pero que podría ser de uno solo con un poco más de dedicación que la que su trabajo le permite; un excelente cocinero -aficionado, como él puntualiza siempre- y, además, un sobresaliente comunicador, como podrá comprobar el lector de golfinone.es.
Autor del libro “Entre fogones y amigos”, en el que ofrece solo una muestra de su arte culinario, con propuestas y recetas que se podrán conocer en esta web, junto con otras inéditas, Oscar García Fernández inicia su colaboración con golfinone.es con un artículo sobre Galicia y, en concreto, sobre la Isla de la Toja, su paisaje, la gastronomía de la zona y, por supuesto, el Club de Golf. ¡Que ustedes lo disfruten! B.R.
LA TOJA: GOLF Y BUENA MESA EN UN MARCO INCOMPARABLE
 
por Oscar García Fernández
(Presidente de Proibinsa Grupo)
Un buen día, allá por el año 1983, me desplacé con mi familia a la Isla de La Toja, con objeto de que conociesen aquel idílico lugar. Quedaron prendados de la Isla por su belleza y tranquilidad, así como por la dotación de servicios que ofrece el Gran Hotel.
Desde 1985 hasta la fecha veraneamos allí. Los primeros años no jugábamos al golf, aunque nos encantaba pasar al Club y ver el campo tan bien cuidado, como si de un jardín se tratase.
Años después, recién cumplidos los 44 años, empecé mis clases de golf en Madrid, con mi amigo Ovidio Montes. En tan solo unos años, llegué a handicap 11.
En cuanto tuve la oportunidad de poder salir al campo sin ocasionar molestias a terceros, empecé a jugar en La Toja: el campo está a 300 metros del Hotel. Fue entonces cuando pude apreciar su campo de Golf, la panorámica y el entorno de sus hoyos, sobre manera, los hoyos 5 y 14, pares tres, cuyo green está rodeado, casi en su totalidad, por rocas y el agua de la Ría. “Punta Cabreira” es un par tres en el que, en condiciones climáticas normales se juega un hierro 8; sin embargo, con viento fuerte en contra, es necesario jugar un 5.
Alguna que otra mañana salimos a jugar temprano, con espesa niebla, lo que suele ocurrir varios días en el verano. La dirección de la bola se intuye, la visibilidad es prácticamente nula, al menos hasta jugar algunos hoyos. En la segunda vuelta, desde “Punta Cabreira” se puede disfrutar de una panorámica incomparable cuando empieza a salir el sol, los tejados de O’Grove se iluminan, mientras que el resto de los edificios y el puerto continúan cubiertos de una espesa bruma. Una fotografía  para enmarcar.
Un día normal en La Toja se compone de jugar al golf, comer de maravilla, jugar cartas, disfrutar de una buena lectura y de las vistas de la Ría de Arousa…¡¡Se puede pedir más!!  En mi caso, con franqueza, creo que no.
Es sabido que el golf, los viajes para visitar otros campos y la buena comida, habitualmente suelen ir de la mano. La Toja reúne unas condiciones magníficas para todo esto, destacando los excelentes restaurantes que existen en la zona.
Los días de Campeonato, dado que se termina algo más tarde, lo más apropiado es comer en la propia Isla, en el restaurante Los Hornos, donde sirven unas excelentes colitas de cigalas a la parrilla, un pulpo Feira muy bien aliñado, un buen jamón de pata negra, croquetas de centolla aceptables, buen estofado de rape y rodaballo, jarrete gigante para varias personas o excelentes carnes gallegas. También existen otros buenos establecimientos en O’Grove, pensados para todos los bolsillos.
Otros días nos desplazamos a Sanxenxo, a media hora escasa de la Isla. Para mí el que marca la diferencia es “La Taberna de Rotilio”, donde Paco y Manicha saben combinar la cocina de siempre con la moderna. La gran mayoría de sus platos es difícil calificarlos por debajo de “9”. Sirvan como ejemplo su incomparable empanada de hojaldre y viera o el emparedado de camarones o las vieras a la plancha sobre una crema finísima de patata al aceite de oliva o las colitas de cigalas cocidas con surtido de hierbas y vinagreta templada de tomate o la ensalada de bogavante de ración con verde y vinagreta exquisita o el guiso de rape y rodaballo al estilo marinero o el solomillo con fuet y manzana… Sus postres, excepcionales. Merece la pena dejar algo de espacio para poder disfrutarlos. Es una cocina sofisticada, cuya evolución ha sido controlada por los maestros restauradores que han sabido respetar los sabores tradicionales de siempre, con los matices lógicos, claro está.
En Poio, continúa su andadura “Casa Solla”, tradicional cocina gallega durante muchos años, pero que, desde hace algún tiempo, cambió su rumbo hacia la cocina sofisticada, a mi entender, de gran calidad. No obstante, mantiene platos de siempre, aunque adaptados a la cocina moderna. Sus postres, muy por encima de la mayoría de los establecimientos de gran prestigio. Merece la pena visitar este restaurante, será difícil salir defraudado.
En Carril, villa famosa por sus almejas, enfrente del Puerto encontramos a “LOLIÑA”. Son tantos años visitando esta casa que, por lógica, existe una buena amistad con toda la familia. Continúa con la cocina gallega de toda la vida. Como dice Loliña: “Nosotros no pintamos los platos”. Desde la empanada de pasta quebrada rellena de atún o de xoubiñas; pasando por su ensalada de bogavante, adornada con verde, fresas y melón; sus mariscos de primera calidad; sus pescados salvajes y gigantes; sus guisos de rape y rodaballo… Para los más jóvenes, enormes milanesas de ternera gallega con patatas fritas al momento o rape en salsa de castañas y patatas panadera. Los postres son caseros, destacando las filloas con o sin crema. Regresar a La Toja después de una comida en Loliña, sinceramente, se hace muy duro.
Podríamos continuar hablando de Santiago, donde existen casas de comidas de alto prestigio, digamos: “Casa Vilas”, “La Tacita de Juan”… pero es mejor dejarlo para otra ocasión.

Pie de foto: En la imagen, vista de los greenes compartidos de los hoyos 5 y 14 del Golf de la Toja, en Punta Cabreira

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