El inglés Justin Rose amargó el Día de la Independencia de los Estados Unidos, tanto a los golfistas como a los aficionados norteamericanos y los dejó el 4 de julio sin poder festejar el triunfo de un ganador estadounidense en el AT&T National que se ha jugado en el bello y difícil Anorimink Golf Club, en
Newton Square, en Pensilvania.
Rose, ganador del Memorial a primeros de junio el torneo de Nicklaus que este año estuvo dedicado a Severiano Ballesteros, no para de dar lecciones de golf en los Estados Unidos. La semana pasada estuvo a punto de ganar el Travelers Championship y solo una mala última jornada le dejó sin repetir título. Y esta primera semana de julio, en el AT&T National, Rose ha sido el líder desde la segunda jornada.
Y en la última, con una tarjeta de 70 golpes, el inglés, con un total de diez bajo el par 70 del campo, se convirtió en el ganador del torneo, a pesar de los 65 golpes dominicales de Ryan Moore y los 67 de Jeff Overton, los dos norteamericanos que han quedado en segunda y tercera posición, a uno y dos golpes respectivamente de Rose.
Parece lógico que se enfaden los yanquis, que ven un peligro para sus bolsillos en la presencia de tantos buenos golfistas extranjeros. Pero la competición es la competición y si quieren espectáculo y ellos solos no son capaces de darlo, tendrán que aguantarse y esperar, entre otras cosas, a que Tiger vuelva a ser el que era.
Y es que el, todavía número 1 del mundo, no está a lo que está. Tiene un problema grave que hasta que no se solucione no le va a permitir pensar con claridad en un campo de golf. Si en The Memorial Justin Rose le sacó doce golpes a Tiger, en cuatro jornadas, en este AT&T, le ha superado por 13, nada menos.
Tiger pasó el corte a duras penas, con un total de 3 golpes sobre el par 70 del campo, con dos tarjetas de 73 y 70 golpes y con otras dos tarjetas de 70 y 71 solo ha logrado terminar +4, en el puesto 46.
¡QUIÉN LE HA VISTO Y QUIÉN LE VE!
Ya quedó claro en esta web (ver el romance de Tiger Woods, titulado “Marbella tuvo que ser” y el soneto “La gran decisión de Tiger Woods”, en esta misma página) que hasta que no se solucionaran de una vez por todas sus asuntos personales, Tiger no volvería a ser el que era, en el terreno golfístico, se entiende.
Ese divorcio millonario que se anuncia y que, seguramente le dejará sin 750 millones de dólares y alguna de sus muchas propiedades, le beneficiará desde el punto de vista mental. La lucha sicológica que mantiene consigo mismo no es la más adecuada para sus resultados en un torneo de golf.
El jueves primero de julio, después de firmar una tarjeta de 73 golpes, tres más del par 70 del Anorimink Golf Club, situado en Newton Square, en el estado norteamericano de Pensilvania, al noreste de los Estados Unidos, Tiger tuvo que responder a otro frente abierto: su relación con el médico Anthony Galea, del que fue paciente y al que se acusa de hacer tratamientos prohibidos a alguno de los deportistas que son asiduos a su consulta.
El divorcio, por un lado, con las millonarias peticiones de su mujer, Ellin Nordegren, que superan los 750 millones $, y la sospecha de dopaje, que en horas bajas, se hace más creíble, son asuntos colaterales que, al final, inciden en los bogeys y los dobles bogeys que el actual número 1 del mundo, a pesar de todo, sigue acumulando en sus tarjetas de competición.
En la rueda de prensa posterior a la primera jornada del AT&T National, Tiger aseguró que respondió a todas las preguntas que le formularon los investigadores del caso Galea y que cuando recibió tratamiento para su rodilla maltrecha, por parte del médico acusado, no utilizó ningún tipo de sustancia prohibida.
Eso sí, el golfista californiano reconoció haberse sometido a un procedimiento legal, consistente en centrifugar la sangre antes de inyectarla en la zona dañada.
Volviendo al AT&T que era conocido como el torneo de Tiger, y que el californiano está jugando, a pesar de que la compañía patrocinadora fue una de las primeras que le repudió como imagen publicitaria, la prueba se disputa en el Aronimink Golf Club, campo inaugurado en 1896, que lleva el nombre del jefe de la tribu india que ocupaba la zona y que vivía en lo que ahora es la Casa Club, totalmente remozada, por supuesto.
Ante la ausencia de Mickelson, Woods, que participa en el torneo, con lo que demuestra no guardar rencor alguno a la empresa patrocinadora, lo que es una buena señal, de cara a su futuro, seguirá conservando el número 1, al menos hasta el British Open que comienza el 15 de julio.