Hoy no… ¡mañana!

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Después de la tremenda exhibición de Stenson y Mickelson mi primer impulso fue agarrar la bolsa y salir corriendo a la cancha…

 

 

(En la imagen, La Gamba de Oro. Foto: Wikimedia Commons).

 

Hoy, después del atracón de golf del Open, estoy abatido. El calor no me deja coger los palos y cuando llega la fresca mi mujer me lleva de terrazas a hacer vida social. No hay derecho. Después de la tremenda exhibición de Stenson y Mickelson mi primer impulso fue agarrar la bolsa y salir corriendo a la cancha. No lo hice… error. Como bien dice una amiga mía: “carrera que no te das, en el cuerpo se te queda”.

Porque, uno en su ignorancia, cree que sólo con ver pegar buenas golpes será posible hacer un swing decente, impactar la bola en su sitio y alcanzar la distancia que el palo manda. Pero la cruda, crudísima realidad es que no, al menos en mi experiencia. Que uno sigue siendo un miserable handicap 18 y llevando a cuestas, no la bolsa, sino el oprobio de un golpe más por hoyo.

No obstante, me consuela el solo pensamiento que la próxima vez que me asome a un tee, pondré ese gesto de concentración de Stenson solo por ver si así soy capaz de pegar, de una puñetera vez, esa madera tres que me costó una pasta y que me proporciona más saltos de rana que la charca donde chapotean los batracios de Aguirre.

Y que me dicen de esos puts de doce metros que metía Mickelson cuando estaba a un solo golpe de mandarlo todo al recarajo. Cierto es que, como ya escribí aquí, fuera de estos dos gigantes, algunos de los considerados “grandes” nos dieron cierto consuelo fallando golpes más propios de nuestras habilidades. Esa es una de las cadenas que nos atan a este deporte, siempre existe el consuelo para el que falla.

Hoy, como decía, estoy abatido. Mi consuelo es la tecla. Ella no necesita tee y el swing de los dedos bailando en el teclado es más fácil que con un hierro cuatro en las manos. Tal vez por eso me dediqué toda la vida a juntar letras en vez de pisar campos de golf con el ánimo de ganarme los garbanzos. Y digo garbanzos porque tal vez sea la legumbre más humilde. Con mis habilidades desde luego no hubiera probado nunca una fabada y no digamos una gamba.

Pero, hoy no es mañana y juro que mañana aunque se me derrita la gorra en la cabeza pienso poner el driver al rojo vivo para envidia del mismísimo Ferreras.

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