De raf en raf: rosas con espinas
Nuevo profe, nuevo swing. No sabe nuestro colaborador habitual, Laureano Suárez, en el lío que se ha metido. Lean y lo sabrán.
Después del disgusto de la desaparición de mi híbrido, aquí estoy de nuevo. Nunca mejor dicho: nuevo híbrido, nuevo profe, nuevo swing. Si señores, harto de visitar herbazales, de ir de acá para allá sin saber por qué; harto de jugar un día regular, un día bien y ciento mal, me he puesto en manos de un profesional por ver si soy capaz de centrarme.
Pero, como era de esperar, la cosa tiene miga y como dice el gran Sabina, “que no te vendan rosas sin espinas”. La espina, en este caso, es la postura. Resulta que me iba a la izquierda porque me alineaba a la izquierda. ¿Sencillo, no? Pues yo, ni cuenta. Además, me han alejado un poco de la bola y aunque tengo más espacio para subir, me cuesta llegar abajo, a la hierba.
Y ahí estoy, dando bolas. “Después de las primeras mil, todo irá bien”, me dijo el profe. Llevó apenas cien, la décima parte y, aunque es cierto que le doy con más velocidad, lo cierto es que, esta vez me voy… un pelín a la derecha. Paciencia. Todo sea por hacer menos.
Sí porque, entre mis últimos extravíos están los “pugneteros” pares tres, hoyos esquivos donde los haya para los que no vamos recto. Mi última experiencia, en la que de nueve greenes apenas llegué a dos en regulación, fue la que me envío directamente a la escuela.
Así que, para la próxima vez que me asome a este balcón” basiliaco” espero haberme convertido ya en un suave pegador de draw y no en un loco del hook, que todo puede pasar. Hasta ese momento, me voy a la alfombra para que en la siguiente clase mi profe esté orgulloso de este experto en extravíos, escapadas y rabazos que es lo que soy, para mi desgracia.