Sergio, no seas malo, el putt no se rompe…

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Por segunda vez en este año, en el PGA Tour, Sergio García ha roto el putt, tras enfadarse por no embocar la bola en el hoyo… ¡Sergio, eres el más grande… del golf español, pero eso no se hace!

 

 

(En la imagen, el estado en que quedó el putter Taylormade Spider que Sergio García rompió en el hoyo 12, en la tercera jornada del BMW Championsip, el pasado 10 de septiembre).

 

Por segunda  vez en este año, en el PGA Tour, al menos que se sepa, Sergio García ha roto el putt, tras enfadarse por no embocar la bola en el hoyo… ¡Sergio, eres el más grande… del golf español, pero eso no se hace!

Vaya por delante que los deportistas profesionales -y los que no lo son- tienen prontos de los que luego se arrepienten, pero los calentones son frecuentes en todas las actividades físicas, que también tienen mucho de mentales.

Todo lo que aquí se dice no tiene nada que ver con la calidad de los deportistas profesionales de elite, ni es una crítica porque ganan mucho dinero y deberían cuidar más las formas… sino un análisis sobre el comportamiento de cada uno en un momento determinado y con unas circunstancias que, si bien pueden considerarse como atenuantes, son normales en la mayor parte de los casos, ya que los fracasos son mucho más corrientes que los éxitos, a lo largo de la carrera de un deportista profesional.

SE PIERDE MÁS QUE SE GANA

El deporte, en general, y el golf, en particular, es como la vida misma, en la que se pierde más que se gana. Tan claro es que las derrotas ganan -aunque parezca una paradoja- a las victorias, que uno termina perdiendo la vida, por muchos esfuerzos que haga para conservarla.

Hay reacciones incontrolables y ante eso solo hay una posible respuesta, y es, como su propio nombre indica, a posteriori. Se comete un acto punible en un instante de desesperación… pues se piden disculpas y aquí paz y después gloria.

Es cierto que hay niños mirando la televisión cuando hay torneos de golf, y muchos más ante los partidos de tenis… y no digamos si es un encuentro de fútbol, sean cuales sean los contendientes.

Pero el mal ejemplo no lo dan solo los jugadores, en el caso concreto del fútbol, sino el calentamiento global del público en la grada, sea cual sea la temperatura exterior. Los gritos, los insultos, los gestos… son mucho peores que las entradas a destiempo, los codazos, las palabras soeces o los enfrentamientos con golpes y empujones que se suceden en cada partido.

NO HAY QUE CRUCIFICAR A NADIE

Cualquiera de las acciones irregulares de un futbolista medio en un partido de fútbol del montón, son peores que el acto de romper un putt durante un torneo de golf, con el agravante de que en los deportes de contacto peligra el físico del contrario e, incluso, el de uno mismo.

Pero como dicen los profesionales: «lo que sucede en el campo, se queda en el campo». Y así era hasta que el chivato televisivo se lo cuenta a millones de personas en todo el mundo.

La cuestión es que, con los problemas que hay en el mundo, con las catástrofes y la violencia diaria que inundan los informativos de TV, casos como el que nos ocupa son peccata minuta.

Ya no hay quien recuerde el cabezazo de Zidane a Materazzi, en la final de la Copa del Mundo de Alemania, en 2006, que fue la despedida con escarnio de un jugador que, ahora, es entrenador del mejor equipo del mundo -mal que me pese como atletista-.

¿Y quien tiene en la memoria la patada del Cholo Simeone al bilbaino Julen Guerrero, en 1996? Ahora al Cholo se le reconoce como uno de los grandes entrenadores -es el mejor en relación calidad-precio- y aquello pertenece al mundo del olvido.

¿Y los mordiscos de Luis Suárez, a Ivanovic en 2013 y -como reincidente- en 2014 a Chiellini? Todos han pasado a la misma historia y ahora solo valen los goles del uruguayo.

EL NIÑO, REINCIDENTE

Los golfistas ilustres son como Amancio Ortega; no tan ricos; pero sí tan ajenos a los periodistas como el dueño de Zara. No se dejan ver; no se dejan entrevistar; no hacen comentarios fuera de los distintas situaciones que se producen en el campo de golf…

Es un caso a estudiar el de los golfistas estrellas. Salen poco en los periódicos, si no es por cuestiones de su oficio, y en parte tienen razón: están todo el tiempo viajando; no son de aquí, ni de allá, cinco días de juego cada semana -uno de ellos de prácticas, que suele convertirse en un verdadero sacrificio, cuando tienen que disputar un Pro-Am antes del torneo correspondiente, y se encuentran con amateurs que no le dan a la bola, o que no dejan de darle a la boca…

Un sexto día para practicar, de verdad, y otro para viajar. Claro que no es todas las semanas, porque sería un martirio que no se pagaría con dinero; pero hay muchos que, por obligación, tienen que jugar casi todo el año para poder mantener su trabajo, que este sí que es temporal, aunque en algunos casos, no muchos, esté muy bien pagado.

Sergio García se lo monta bien, porque sabe, es listo y esta es una actividadad que puede durar toda la vida y se lleva bien. El castellonense no juega demasiado -poco para lo que quisiéramos los aficionados, y mucho, quizás, para su propio gusto-, pero mantiene dos Tarjetas, la del PGA Tour y la del European Tour.

Está casi siempre entre los diez primeros del ranking mundial. Pasa casi todos los cortes y tiene muchos y buenos amigos entre los golfistas. ¿Se le puede pedir más?

Claro, los aficionados quieren que gane un Grande. Pero ¿qué importa si no lo hace? Tiene segundos puestos, top ten a manta y buenas actuaciones casi siempre?

¿Qué importa que rompa un putt en un momento de ofuscación? De acuerdo; este año, que yo recuerde, ya es la segunda vez, ya que antes de hacerlo en la tercera ronda del BMW Championship, el sábado 10 de septiembre, ya lo había hecho este año 2016, en julio, en el PGA Championship.

Ya está. Y en el pecado lleva la penitencia. Cuando rompió el putter, un Taylormade Spider, en el hoyo 12, en la tercera jornada del BMW Championchip, Sergio acababa de hacer un par; venía con una tarjeta de pares, con un birdie en el hoyo 9, lo cual, teniendo en cuenta que no tenía posibilidades de ganar, no estaba nada mal. Es más, siguiendo en esa línea, todo pares, podría haber terminado entre los 30 primeros y podría haber disputado el Tour Championship, dentro de dos semanas.

Sin embargo, como a partir del trece tuvo que patear, ora con el wedge, ora con la madera tres, resulta que en su tarjeta aparecieron dos bogeys, en el quince y en el 17… y se quedó fuera… Como queda dicho: en el pecado llevó la penitencia.

A los aficionados, esos tremendos enfados por fallar un putt, casi nunca terminan en una rotura de casi 90 grados, como el de Sergio. Primero porque no tenemos tanta fuerza, ni somos Uri Geller, como para dejar un putt como una «ele», y segundo porque al precio que están los palos, no es como para andarlos rompiendo.

Ahora todo se olvidará cuando dentro de tres semanas, Sergio represente a Europa y lo haga con la habilidad y la eficacia con que lo suele hacer cada dos años en la Ryder Cup. Entonces todos sus pecados, incluida la rotura del putt, le serán perdonados.

Y aquí paz y después, gloria.

P.S. En cualquier caso, Sergio, eso no se hace…

 

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