Romance: Golf, un deporte sin humos
Nicolás Colsaerts, en la foto, el jugador belga, ganador de un Open de Francia, que esta semana juega en Mauricio, fuma durante los torneos porque «le calma los nervios». Basilio Rogado pide, en su romance, la prohibición de fumar en competición.

Por extraño que parezca, las muchísimas y complicadas normas del Royal & Ancient, que es el organismo que dicta en Europa las reglas por las que juegan al golf, tanto los aficionados como los profesionales, ni las de la USGA norteamericana, prohíben fumar a los jugadores durante un recorrido de golf, incluso en los campeonatos oficiales. Contra esa absurda tolerancia hacia los fumadores, que supone una discriminación y una ventaja sobre los no fumadores, ya que aplacan sus nervios con los cigarrillos o, lo que es peor, con un puro, Basilio Rogado ha escrito su “Romance del Deporte sin humos» en contra de los que fuman durante el juego.
(En la imagen, Nicolas Colsaerts, reconocido fumador que participa esta semana en el AfrAsia Bank Mauritius Open -ver más información en esta misma web-, en la salida del hoyo 8, en la primera jornada, el jueves 15 de diciembre).
I
Igual que los caballeros
que fueron a las Cruzadas
a quitarle al sarraceno
aquellas tierras sagradas;
contra el cigarro encendido
aquí empieza una campaña
para que los fumadores,
con intención buena y sana,
dejen su vicio aparcado
antes de entrar en la Casa
Club que también se llama,
y donde, con buen criterio,
los fumadores no pasan.
Resulta algo chocante
que con miles normas vanas
como tiene el Reglamento
que más parece Ordenanza,
la de fumar no aparezca
entre prohibiciones tantas.
¿No será porque los viejos
del Royal, la grey anciana,
fuman todos unos puros
que ni un carretero salta?
¿Por qué mi rival se fuma
un cigarrillo a sus anchas
para quitarse los nervios
si de patear se trata?
¿No está prohibido ayudarse
y las penas te amenazan
si con un solo soplido
un milímetro adelantas?
Pues de gran ayuda es,
y su cara les delata,
cuando embocan la bolita
después de dar la chupada.
II
Y así, con esa ayudita,
y la partida acabada,
siempre le toca al más tonto
pagar la cuenta en la barra.
Y todo por no fumar,
sin la tarjeta alterada
y estar, encima, a merced
de quien se sirve de mañas
para cambiar tras el humo
las cifras brutas y tantas.
Más, llegados a este punto,
una pirueta hace falta,
un inciso en el romance
para que quede constancia
y bien sentada opinión
en esta encuesta anunciada:
nunca he sido fumador,
pero no me desagrada
que fumen alrededor.
Mi mujer fuma en la casa,
y yo nunca protestaba
mientras no fuera en la cama,
que son otros menesteres
para los que ha de ser usada
III
Nunca he fumado en pipa,
ni chocolate, ni nada
y ni un solo puro habano
ha llegado a mi garganta.
Sin hablar de cigarrillos
que son también cosa insana.
En cuanto a los fumadores,
en contra no tengo nada,
pues cada uno se mata
con lo que le de la gana;
pero no puedo aguantar
que el humo sea una trampa,
no ya por cegar mis ojos,
sino al ver manipulada
la tarjeta del contrario
porque tengo que firmarla
y firmar es confirmar
del rival la animalada.
IV
Presentar una tarjeta
con las cifras amañadas
es una porquería
pero aún es más guarrada
si es en forma de pitillo
o de colilla quemada,
lo que se encuentra en el tee
al iniciar la jugada.
¿Quién no ha tenido en el green
que pegarle una patada
al resto de un cigarrillo
o a una breva chamuscada?
Mancillar con el tabaco
la pradera verde clara,
no es falta de educación,
es una cochinada,
el residuo más inmundo
y el que deja más dañada,
a la tierra malherida
y al agua contaminada.
Y ni los ecologistas,
de forma tan adecuada,
encontrarán más palabras
que quien firma esta proclama,
para escarnio de quien lanza
al terminar la fumada,
las sobras de la humareda,
la basura acumulada
que se queda alrededor
de la bolita alveolada.
V
Con lo que me encanta el Pisha
que es mi jugador del alma,
me parece un mal ejemplo
sus coqueteos con La Habana
Aunque ahora ya no fuma
durante la ronda jugada,
al final de cada vuelta
le espera la gran calada
y con su puro en la boca,
succiona con gran gozada
el chupete de tabaco
al final de la jornada.
Y esa imagen tan cachonda
que a muchos les hace gracia
no es buena para el deporte
y es fatal para la infancia.
Y no solo es Miguel Ángel
quien fuma de una tacada,
hay muchos profesionales,
que, de forma exagerada,
como hace Darren Clarke,
dan chupada tras chupada
antes de darle a la bola
y después de la pegada.
Igual que fuma ese belga
Nicolás Colsaerts se llama,
que ganó el Open de Francia
y que juega esta semana,
nada menos que en Mauricio
donde el Circuto se acaba
y donde también se encuentra
otro as de la fumada,
que de Sudáfrica viene,
con victoria inaugurada.
Ockie dicen que es su gracia
y Strydom se apellidaba
VI
Y eso deberían prohibirlo
en St Andrews, encargada
de escribir todas las normas,
aunque sean una tontada.
Que con leyes anticuadas
en el deporte del golf,
fumar sea una coartada
para tener menos nervios
con la bola casi dada,
no se ve en otro deporte,
solo en el golf esto pasa.
¡Qué imagen más bochornosa!
y nos tomarán a guasa
cuando vean a los golfistas
fumar en las Olimpiadas.
Dicho queda lo ya dicho
como respuesta fundada
a quienes ahora pregunten
por mi fobia aquí expresada:
yo no tengo nada en contra
con el que fuma a mansalva,
por mí puede suicidarse
con lo que le venga en gana.
Pero si fumarse un puro
le da fuerzas aumentadas
y me gana la comida
tras hacer una jugada
con la que mete en el hoyo
una bola desahuciada,
yo no voy a consentir
que mi honor se vaya al traste
solo por una chupada.
MORALEJA
Ni una colilla más
aunque te cueste el partido,
en el green arrojarás,
que no hay nada más cochino,
más guarro y más parraflás
que una colilla apagada
en medio del ray grass.