El idilio de Tiger Woods con la esquiadora Lindsey Vonn (ver información en esta misma página web), es un buen motivo para que Basilio Rogado les envíe su felicitación en forma de romance. Foto: Wikimedia Commons).
I
Han pasado cuatro años
y parece que fue ayer,
Tiger, como un colegial,
se ha enamorado otra vez.
¡Qué alegría, qué alborozo!
pues han colgado en la red
el romance tan hermoso
del Tigre y su amiga fiel,
esquiadora y medallista,
deportista con parné
y no como la anterior
que amasó su millonez
gracias al sumo divorcio
que le otorgó el señor juez.
II
Lindsey dicen que se llama
de Tiger su nuevo bien,
que es tan bella y tan rubia
como su anterior mujer.
Pero no es sueca la joven,
de Norteamérica es,
igual que el novio golfista
que ha tornado a renacer
como aquel Ave Fénix
que, luego de tanto arder,
revivió de sus cenizas
para volver a crecer.
III
Puede que sea el amor
o el tiempo que, por vencer,
derrota cualquier pasado
aunque oscura sea su tez.
Tiger consiguió embocar
y ha empezado con buen pie
su amor con una esquiadora.
que parece de buen ver.
IV
¿Qué pasará en el futuro?
Recuerden que Tiger fue
a ingresar en una clínica,
especializada en tests,
para quitarle la gana
y evitar su proceder
promiscuo y exagerado
en cuestiones del querer
-así, por decirlo fino
y para nada ofender-.
Allí, lo que iba derecho,
de tanto sacar y meter
de tanto dale que dale,
quisieron poner al revés
V
¿Se habrá pasado el efecto,
y las secuelas también,
de aquella mala ocurrencia
de diagnosticar estrés
a lo que simplemente era
necesidad de tener
una aventura encamada
antes de a casa volver
a celebrar la victoria,
la alegría del poder
y de encontrarse en la gloria?
VI
Fue a la nieve a aprender
y regresó con la novia:
Cupido le vino a ver.
Tuvo mucha mejor suerte
que el Pisha que fue a caer
cuando esquiaba en la Sierra
Nevada, y al descender
quiso la mala fortuna
que se le fuera a romper
la pierna -¡él dijo pata!-,
que le tiene a mal traer
porque no puede jugar
hasta que pase otro mes.
MORALEJA
Si a la nieve quieres ir
no te pongas a esquiar.
Por no tener precaución
y alegrarse con mirar
uno se rompió una pierna
y seis meses va a tardar
en recuperar su golf
para volver a jugar.
El otro, por el contrario,
de las cumbres, al bajar,
se encontró con el amor
al pie del funicular.
¡Qué destino tan cruel,
qué mal repartida está
en este mundo la suerte:
a unos por resbalar
se les fastidia la vida
y a otros por estudiar
-Tiger quería aprender
para poder esquiar-
se les aparece Lindsey
con su cara angelical,
dispuesta, como es lo suyo,
a llevarse hasta el altar
al que fue número uno,
donde Tiger, sin dudar,
ahora que es otro hombre,
con amor y sin pesar,
volverá a escalar el puesto
que nunca debió dejar.