¡¡¡Más madera!!!
Viendo la ronda final del Open no es de extrañar que Ikea sea un invento sueco. En ese gran almacén de maderas (en esencia es eso) todo encaja, en la cabeza de Stenson, también.
Viendo la ronda final del Open no es de extrañar que Ikea sea un invento sueco. En ese gran almacén de maderas (en esencia es eso) todo encaja, en la cabeza de Stenson, también.
La mayoría de las palabras que empiezan por “in” son impresentables: indigno, ingrato, incierto, inalcanzable… hasta infierno empieza con esa indeseable sílaba. Pero, increíble e inenarrable se alinean al otro lado de la raya, lo mismo que inmarcesible. Porque sí, esos tres adjetivos, y otros muchos, caben para ensalzar el juego de un sueco que no es un armario de tres cuerpos, pero sí de uno, que en la jornada del 17 de julio dio una auténtica exhibición de golf en el, hasta ese momento, inexpugnable Royal Troon.
Tras las tres primeras jornadas, la conjunción de campo y clima nos hizo creer, que, vistas las previsiones, no habría manera de meterle mano. Pero no, vino un sueco haciéndose el escocés y sin faldas ni a lo loco, fue capaz no sólo de ganar al campo sino también de superar a un grande del golf como es Phil Mickelson. Porque el americano, la verdad, jugó como los ángeles.
Lo cierto es que hacía mucho tiempo que no se veía una disputa de este calibre en un grande. Fue una jornada inenarrable, o sea, cuesta ponerle palabras porque a las emociones no les sienta demasiado bien la verborrea, se viven mejor desde el corazón y se expresan con mayor claridad con los gestos, las lágrimas por ejemplo.
Si los suecos tienen fama de serios, sensatos y fríos, Stenson es un buen ejemplo. Serio, muy serio en el campo –por lo visto fuera es una verbena-; sensato, por supuesto, tomó las decisiones correctas en el momento oportuno. Frío, que vamos a decir, gélido. Inalterable, diría yo. Hay que ver esa escapada el rough en el 16 con Mickelson situado en green tirando para eagle. Aproach y put y se acabó.
Por favor ¡¡un sombrero!! para quitármelo ante este tipo de impecable factura física, de gesto esfíngeo, si es que existe el palabro, y de brazo firme, valores que quedan a la altura de mi hándicap ante su mejor arma: esa cabeza poderosa que fue capaz de hacer clic y clac, cada vez que había que encajar un golpe. Lo que digo, a este chico le han amueblado el torrao en Ikea. Y ya no le hace falta ¡más madera! como pedían para llevar el tren hasta su destino, los hermanos Marx, en el Oeste.