I
Europa que es un equipo
solo cuando juega al golf,
puede con la Ryder Cup,
grandiosa competición,
demostrar al mundo entero
lo importante de la unión
en un Viejo Continente,
donde el deporte es pasión
y necesita de todos
para poder ser mejor.
Desde el mago Ballesteros
siempre hay un español,
o dos, con Sergio García,
y el vasco llamado Jon,
que aúnan a toda Europa
con el deporte del golf.
II
Ya llevábamos tres años,
seguidos, y del tirón,
quitándoles a los yanquis
de sus rostros el color,
amén de guardar la Copa
Ryder, que fue su creador,
el señor del gran invento
toda una revolución.
América contra Europa,
con una bola de golf
como símbolo del triunfo
para quien tenga el honor:
aquel que más birdies haga,
el que sea superior
y mande la bola al hoyo
sin la menor dilación.
III
Y fueron los europeos
en el año del Señor,
octubre de dos mil diez,
y en medio de un chaparrón
de los que suelen caer
en Gales, con intención,
los que ganaron la Copa
al mismísimo campeón.
Y fueron los europeos
otra vez, sí señor,
los que en aquel 2012
y contra toda opinión,
volvieron desde Chicago,
con la copa en el zurrón.
porque ya la habían ganado
en la anterior edición.
Y no paro de contar:
ya que hubo otra victoria,
dos años posterior:
la que sucedió en Escocia
y a América sometió.
IV
Recuerden: fue en 2010
aquel triunfo tan molón.
A los norteamericanos
nada bueno les pasó:
ni el regreso de Tiger
a la gran competición,
ni Stricker, el estirado,
con un swing que es del montón,
ni la presencia de Furyk,
ni hasta el mismo Mickelsón,
así, como mejor suena,
con su acentito en la ó,
pudieron con los muchachos
de Colin el bonachón.
-Monty le llaman los fans-,
que cumplió con su función
de llevar a la victoria
y bajo su dirección
a los doce jugadores,
toda una selección.
De acuerdo: no era la Roja
pero se le pareció
porque tuvo sus momentos
llenos de gran emoción.
V
Cuatro ingleses y hasta un sueco,
un alemán, un español,
dos del Norte de Irlanda,
otros dos de Italia son
y por último quedaba
el irlandés Harringtón
-otra vez, y con la venia,
con su acentito en la ó-.
Jiménez ganó su punto
y la bandera mostró:
la de España por supuesto,
que España es una nación,
por más que les pese a aquellos
que solo tienen pendón.
Y el Pisha, que es malagueño,
al saberse vencedor,
se fumó su puro habano
fuera de competición.
Los hermanos italianos
apoyaron con ardor
pero su fuego de inicio
en artificio quedó.
El caso es que entre todos
lograron ver triunfador
al equipo europeo,
el del color azulón
con su bandera estrellada
como símbolo de unión.
VI
De nuevo los europeos,
pasados dos años, dos,
repitieron sus hazañas
en campo del anfitrión,
concretamente en Chicago,
y con gran oposición.
Cuando nadie daba un euro
por el equipo campeón,
que recibía en los dobles
un tremendo palizón,
los doce individuales
rompieron la tradición
y los muchachos de Chema.
otra vez un español,
volvieron una tortilla
que daba mala impresión
y terminaron campeones,
esta vez con dos cojones
y perdonen la expresión.
VII
Fue el “vascorro” por más señas,
que así el “Pisha” le apodó,
el que sacó de la crisis,
aunque solo sea en el golf,
a este Viejo Continente
con más cuerda que un reloj.
Europa, que es un equipo,
solo cuando juega al golf,
y si vuelvo a repetirme
les pido humilde perdón,
al conjunto americano
ganó sin vacilación.
VIII
América contra Europa,
en otra competición:
septiembre de dos mil doce,
y en Chicago, el poblachón
donde miles de personas
aprecian muy bien el golf,
los que birlaron la Copa
al mismísimo campeón
que la pensaba ganada
al comenzar la edición.
Y es que los primeros días,
de dura competición,
América nos ganaba
sin ninguna compasión.
En los dobles nos dejaron
perdidos sin remisión,
o al menos eso creyeron
los rivales del copón.
Pero Seve, con su espíritu
y Chema, con su pasión
estuvieron bien al quite
para arreglar el horror
que sentíamos casi todos
al mirar el marcador.
IX
Pero aquel domingo treinta,
de septiembre el colofón,
los doce de nuestra Europa
salieron del callejón
y no iban al patíbulo
sino al triunfo arrollador.
Empezó Donald la racha
y Bubba no tuvo opción.
Poulter, como Ballesteros,
al público enardeció
y pudo con el tal Simpson
que como Hommer, se hundió.
McIlroy le hizo la cama
a Bradley, el nerviosón
y Rose dejó sin habla
hasta al zurdo Mickelsón.
Y Lawrie, “Don Chip” llamado,
a un tal Snedeker, barrió.
X
Colsaerts, el rookie belga
fue el primero que cayó
no sin ponerlo difícil
a Johnson, Dustin actor.
Y Zach, el otro Johnson,
nuevo punto consiguió
y los norteamericanos
soñaron de viva voz.
Pero allí estaba don Sergio,
el “Niño” de Castellón
que con sus mágicos putts
a Furyk desarboló.
Dufner, mascatabacos
le ganó a Peter Hansón
-como dicen en la tele
acentuado en la ó-.
Y otra vez, por si hace falta,
les vuelvo a pedir perdón
por la cuestión del acento,
y poner tilde a la ó
XI
Y ya para terminar
los “malos” del pelotón:
Westwood pudo con Kuchar
y Kaymer cuando embocó
el putt en el dieciocho
para el trofeo campeón,
dejó a Stricker vencido
derrotado y perdedor.
Peor fue lo de Tiger
que cerró la procesión
de las bocas que callaron,
del silencio atronador
de las primeras jornadas,
afónicas de estupor,
al ver como aquel Tiger,
entre todos el mejor,
se quedaba sin sus garras,
sin su punto y sin su ardor
ante un italiano listo,
bajito y emprendedor.
XII
Luego vinieron los besos,
y el minutito llorón,
los abrazos, los recuerdos
y el ratito de bajón.
Pero fue muy poco tiempo,
porque enseguida volvió
el ambiente ganador
totalmente merecido,
superado ya el temor
de una derrota anunciada
en la jornada anterior.
Y Sergio ganó su punto
y la bandera mostró,
la española por supuesto,
que España es una nación,
por más que les pese a aquellos
que solo tienen pendón.
Al manjar se suman todos
cuando el fruto está en sazón
y hasta Pep, el ex culé,
que vivía en Nueva York,
se fue para Chicago
y al capitán abrazó.
Que estamos siempre unidos
cuando hay capital “pa tós”.
XIII
De acuerdo: no era la Roja
pero se le pareció
porque tuvo sus momentos
llenos de gran emoción.
Tiene más aficionados
el fútbol que nuestro golf
pero el deporte no entiende,
cuando corea al Campeón,
de pelotas, ni de palos,
ni de un driver y un balón.
No es tanta la diferencia
solo la “efe” posterior
que le falta al rey del fútbol
y es Su Majestad, el gol.
XIV
Y faltaba la tercera,
que en Gleneagles se saldó:
derrota incontestable
y sin darles una opción.
En Escocia, sin clemencia,
ni venia, ni compasión,
Rory se marcó el tanto
que a Rickie le desarmó.
Cinco puntos de ventaja
y la Copa al talegón.
XV
Dicen que no hay dos sin tres
y sin cuatro… que es mejor;
pero el gozo se fue al pozo
porque Europa tropezó
al llegar a Hazeltine
y no encontró solución
para ganar a un conjunto
con golfistas de a millón.
Seis novatos en el tee,
con ellos, un canarión
Rafael Cabrera Bello,
con Sergio un dúo español.
Pero vinieron mal dadas
y al tercer día se llegó
con tres puntos por debajo;
un milagro se esperó
pero ya había habido uno
en la anterior edición
y aunque mucho se rezara,
no hubo repetición.
Las escasas esperanzas
de remontar el marrón
se vinieron pronto abajo
-11 & 7 nos ganaron-
y la Copa se escapó.
Pero nos quedó el consuelo
ya que Cabrera ganó,
en un magnífico encuentro,
a Jimmy Walker 3 & 2,
y con Mickelson, el zurdo,
empató el de Castellón.
Pero no fue suficiente
para evitar la derrota
de nuestro equipo azulón.
XVI
Pero si en Minnesota
la Copa se devolvió,
en el Viejo Continente
tenemos ya la ocasión
de tomarnos la revancha,
recuperar el honor.
El caso es que entre todos
logremos ver triunfador
a nuestro equipo europeo,
el del color azulón
con su bandera estrellada
como símbolo de unión,
como quería Ballesteros
y todo el pueblo español.
Porque el equipo de Europa,
en la veterana Albión,
concretamente en Gleneagles.
en Escocia, hasta con sol,
europeos y americanos
nos dieron otra lección
de deporte, gallardía,
elegancia y pundonor.
El equipo de esta Europa,
-el Brexit fue posterior-
va a recuperar la gloria
y ganar es su obsesión
y XVII
Y aquí se acaba una historia
que tiene su colofón:
mucho es lo que perdimos,
madrileños y afición.
al no conseguir la Ryder,
tras hacer la petición
para el dos mil dieciocho.
Pero la resolución
de tema tan importante
en Francia se apalancó.
París bien vale una Ryder
y Madrid se nos quedó
con la miel entre los labios
y sin pizca de sabor.
No la querían en Tres Cantos
los listillos de alcanfor
y entre dimes y directos,
hecha ya la petición
entre todos la matamos
y ella sola se murió.
Han pasado ya dos años,
se olvidó la decepción
y como la vida sigue,
la Ryder resucitó,
aunque no ha sido en España,
sino en vecina nación.