Golfista en Nueva York
El dolor es lo que más une al ser humano. Lo cantó Lorca en su ‘Poeta en Nueva York’ y lo ha sufrido Tiger Woods, que ‘ha escapado’, tras su divorcio, a la Gran Manzana, donde la soledad es distinta.

Aunque no tras los pasos de Federico García Lorca, poeta en Nueva York, donde vivió la Gran Depresión de 1929, y escribió su poemario sobre la Gran Manzana, Tiger Woods, el jugador número uno del golf mundial, se ha trasladado a vivir a Manhattan -como ya ha quedado recogido en esta página- desde Florida, donde tenía su domicilio habitual con Elin Nordegren de la que, por fin, se ha divorciado. Este romance es un breve recorrido virtual por las trayectorias de dos seres humanos, tan diferentes, tan únicos, tan distintos y tan relacionados, porque no hay nada como el dolor para hacer iguales a los hombres, con el denominador común de una ciudad, Nueva York, que ha sido escenario del horror y del sufrimiento, como lo es, a diario, del amor y el esplendor. Tiger inicia ahora una nueva vida personal… y proesional, después de un mal año, ya que ha sido elegido para la Gloria… de la Ryder Cup. Con permiso de los europeos.
(La imagen es el autorretrato de Federico García Lorca para su "Poeta en Nueva York". Archivo Wikimedia Commons)
Perdido entre la multitud
que vomita en Nueva York.
Lorca, poeta sin brazos,
con luto en el corazón
en medio de una ciudad,
dolor, desesperación,
una manzana podrida,
Gran Manzana de aflicción,
en época ya lejana,
la de la Gran Depresión,
que tuvo en el veintinueve,
del siglo que ya pasó,
apocalipsis bursátil
que a medio mundo arruinó.
El poeta ya no vive,
hace tiempo que murió
y su recuerdo tampoco
dejó huella en Nueva York,
donde las torres gemelas
cayeron por el terror
y nadie tiene un momento
para honrar a un trovador
por mucho que sus poemas
reflejen tanto dolor,
tanta verdad, tanta pena
y una gran indignación
ante la lucha de razas,
la distinta posición
de los blancos y los negros
en total confrontación.
Porque los negros de entonces
vivían con la presunción
de culpables, por si acaso,
ante cualquier situación
que tuviera un negro en medio,
aunque fuera espectador.
Han pasado tantos años
y no tiene solución:
lo que pasa en este mundo
es siempre repetición
de otros tiempos pasados:
la crisis, la procesión
de los muertos que gritan
lo que en vida alguien calló.
Y aunque ahora son los negros
los de la Gobernación,
con Obama a la cabeza,
¡quién iba a decirlo, Dios!
las crisis siguen estando
asomadas al balcón.
En cuanto al Tiger humano,
golfista de profesión,
que ha dejado la Florida
para irse a Nueva York,
no siente lo que el poeta,
lorquiano de gran valor,
que también cruzara el charco
huyendo de algún amor.
Un amor que no era puro
en la España del Censor
y que terminó costando
la vida de aquel cantor,
aunque llamaran políticos
los motivos del sayón.
También razones de amores
llevan al Tigre del golf
a vivir su nueva vida
en medio de Nueva York,
pero son muy diferentes
aquellas del trovador
a las del golfista infiel.
Tiger busca soledad
en una gran población
donde puedes estar solo
en plena aglomeración,
porque no hay más desamparo,
tanta incomunicación,
cuando te rodea la gente
y no hay más que confusión.
Pero la huída de Tiger,
fruto de la perversión
su escapada, es un decir,
y de antemano, perdón,
con el rabo entre las piernas
en recuerdo del pendón
que fuera en tiempos el Tigre
y que, tras su “curación”
en la clínica del sexo
que él solito visitó,
ha devenido en gatito,
inofensivo y simplón
al que ya ni las mujeres
le darán satisfacción.
Moraleja
Busca en el golf los placeres
que antes eran tu obsesión
olvídate de ese vicio,
del hombre la maldición,
que es tener siempre el sexo
como pura obligación.
Intenta meter ahora
el putt en su panteón
y volverás a ser Tigre
y a tener de nuevo ardor
cuando encuentres una hembra
para compartir amor
y que no te cree problemas
ni sea tu perdición.