Dias de vino y risas
Laureano Suárez escribe sobre su experiencia golfística en Las Pinaillas de Albacete, desde el «hoyo 19» situado en las bodegas Dehesa de Luna, en el Campo de Montiel, en Ciudad Real.
En esto del golf hay que saber sufrir pero también hay que saber disfrutar. Y aunque esto último suele ser ave de paso para los aficionados forrabolas como el que suscribe, cuando llega lo bueno, hay que saber aprovecharlo y gozar con ello.
Este es el caso. Un buen día te llega una invitación para jugar al golf y, de paso, conocer unas viñas cercanas que han dado vida a una bodega de las muchas de nuestro país que hacen buen vino e intentan abrirse paso en el exterior.
Y allá nos fuimos un grupo de colegas a tratar de aprovechar la ocasión de jugar un partido entre amigos y aumentar nuestros, hay que decirlo, parcos conocimientos vitivinícolas visitando la bodega y charlando con sus responsables.
En primero de periodismo ya me hubieran tirado de las orejas o me hubieran dado un cate morrocotudo porque estamos en el cuarto párrafo y todavía no he dicho ni siquiera el dónde. Vamos a ello. La tierra se llama Albacete , el campo, Las Pinaillas y la bodega, Dehesa de Luna, situada en el Campo de Montiel, compartiendo espacio con las aledañas tierras de Ciudad Real.
Primera sorpresa: de la llanura manchega de Albacete, de pronto, surge un bosque y en ese espacio verde y arbolado se incrusta el campo de golf que está prácticamente “abrazado” por el Júcar que lo rodea por completo excepto por su parte sur. Segunda sorpresa: el campo te come de puro verde. Los pocos metros que separan la casa club del tee del uno son un mar de hierba como se ven pocos en los campos españoles.
Tercera sorpresa: el recorrido es realmente muy divertido. Es un campo variado en el que hay un poco de todo: un poco de cuesta, un poco de bosque (para mi los árboles siempre son bosque), un poco de agua, un poco de rough… y aunque a los aficionados nos gustaría que hubiera menos de todo, lo cierto es que si somos justos, para que el juego sea interesante, tiene que haber un poco de todo eso. Y a fe que el juego fue interesante y hasta hubo compañeros que jugaron muy bien.
Tuve la fortuna de compartir partido con tres compañeros madrileños para forma un equipo que pretendía ganar a cuatro valencianos que partieron en otro partido con el mismo ánimo que nosotros, sumirnos en el bochorno de la derrota sin compasión. Por fortuna, Josega, que así conocemos a José Gabriel Fernández del Moral, fue el brillante triunfador del torneo. Porque si Josega tiene un poco de José, un mucho de Fernández, de Moral, ni os cuento, la tiene toda. Moral, tenacidad, calidad y hasta un pelín de suerte, que también hay que tener para ganar en esto del golf.
Quizá la anécdota del partido fue una de mis circunstancias del juego. En el hoyo 4, si no recuerdo mal, par 5, handicap, 3 nada menos, hay agua antes de llegar a green. Pues bien, mi tercer golpe se quedó colgado a ras de agua. Ni corto ni perezoso, tal como he visto hacer en la tele, me descalcé y armado de más coraje que de ciencia, me dispuse a poner la bola en green. Lo hice, sí, pero me costó dos golpes, así que el agua me hizo un siete en la tarjeta. Gajes de este deporte que no nos hubiera importado que fuera oficio.
Así que, muchas risas, por eso y por otras muchas circunstancias del juego que cuando se comparte con amigos resulta verdaderamente una gozada. Frases de ánimo, invocaciones a la suerte, recomendaciones a la bola (inútil, son sordas), gritos de frustración o de alborozo… en fin, una mañana gloriosa. Y eso que faltaba, si no lo mejor, si lo más sabroso.
Tras el golf, una ducha reparadora, un refrigerio y ¡a comer! Invitaba la bodega, situada, por cierto, cerca de la localidad de La Roda. Allí departimos con los bodegueros y con los compañeros de Valencia que hubieron de reconocer que Madrid les había ganado.
Durante la visita a la bodega se nos explicó que el viñedo tiene 82 hectáreas en las que se cultivan variedades españolas como el Tempranillo y el Graciano y otras foráneas como la Cabernet Sauvignon, Shiraz y Petit Verdot. Con ellas se elaboran variedades como Luna lunera, Dehesa de Luna o Dehesa de Luna Selección.
Lo cierto es que la bodega es ejemplar en varios aspectos, el primero, y en los tiempos que corren muy importante, es que su integración en el paisaje está perfectamente conseguida. En segundo lugar, las instalaciones son primorosas y lucen como si hubieran abierto ayer. Abrieron en 2012, por cierto, aunque sus primeras producciones comenzaron en 2005, en otras instalaciones.
He de decir que no soy amante de los vinos rosados, también llamados, claretes, pero en honor a la verdad, el que nos dieron a probar en la bodega merece un lugar en mi copa, que lo cortés no quita lo valiente. Su producción se centra más en los tintos y sus mercados más en el exterior que en España. Uno de sus mercados principales es el alemán en el que han crecido exponencialmente en los últimos años.
El golf tiene estas cosas, te permite hacer deporte y conocer, al tiempo, la actividad empresarial de emprendedores españoles que están dispuestos a conquistar los mercados mundiales no a golpe de drive, sino haciendo certeros aproachs a los mercados exteriores a base de talento, energía y asumiendo riesgos, porque en los negocios, como en el golf, el riesgo es parte del juego si quieres ganar.