La venganza de Kyle Stanley (Romance)
El primer romance del año 2012 lo dedica Basilio Rogado al norteamericano Kyle Stanley, que en solo una semana pasó de villano a héroe, al ganar en Arizona lo que había perdido en California.
Basilio Rogado inicia el año 2012 con un romance a la gesta del joven golfista norteamericano Kyle Stanley, de 24 años, que supo levantarse tras la caída en el Farmers Insurance Open de California, con el que terminó el mes de enero, cuando regaló el torneo con un ocho en el último hoyo, y solo una semana después fue capaz de ganar el siguiente campeonato, en Arizona. (Ver crónicas de ambos torneos en esta misma página).
LA VENGANZA DE KYLE STANLEY
I
Llegó y cruzó el Mississippi
y a pesar de la advertencia
no llevaba su revólver,
pero se armó de paciencia
para después de mojarse
y regalar a conciencia
el torneo de California,
pasar de la triste ausencia
a las mieles de la gloria,
con la sola diferencia
de siete días, siete noches
sufridas con somnolencia.
II
Soñaba con Livingstone,
el doctor que, en apariencia
desapareció en la selva,
cuando en aras de la ciencia
en la África profunda
se olvidó de su existencia.
Y en esas llegó Stanley,
en busca de su presencia:
¿doctor Livingstone, supongo?*
y ya sabe la respuesta.
El caso es que nuestro Stanley,
el que marcó diferencias,
el golfista que perdió
un torneo por imprudencia
en La Jolla, California,
triunfó con efervescencia,
sin cruzar el Mississippi,
forastero de emergencia,
pero vadeando otro río
Colorado de nacencia.
III
Fue a ganar en Arizona
lo perdido en otra tierra.
Lo difícil no es caer
sino tener la creencia
de poderse levantar
y buscar con insistencia
la fama dejada atrás.
Kyle dejó en evidencia
a todos los agoreros,
que pensaban sin prudencia,
que nunca podría superar
una tan mala experiencia.
y IV
Pero con buena cabeza
y mejores influencias,
del tarro de Fierabrás,
supo destapar esencias
y se convirtió, sin más,
tras ganar en corpulencia,
en un titán que pasó,
con escasa diferencia,
de villano en Arizona
a héroe, por excelencia.
* Nota del autor: los romances son versos de ocho sílabas que riman, impares, en asonancia. En el caso de mis “romances de actualidad” hay ocasiones en las que es difícil, por no decir imposible, atenerse a las ocho sílabas de un determinado verso. En esta ocasión, la pregunta “doctor Livingstone, supongo”, atribuida al periodista Stanley que corrió por toda África en busca del doctor desparecido y que no se le ocurrió otra cosa, al encontrarlo, que hacerle la pregunta susodicha, es imposible dejarla en ocho sílabas. Recordará el lector que David Livingstone, médico, explorador y misionero escocés, nacido en 1813, considerado como héroe nacional por los británicos en la época victoriana, descubridor, entre otros lugares, de las Cataratas Victoria, se perdió a orillas del lago Tanganica, durante una expedición que intentaba descubrir el nacimiento del Nilo. Después de varios años sin tener noticias suyas, el diario New York Herald envió al periodista Henry Stanley -con apellido similar al del golfista al que se refiere el romance- en busca del aventurero. Al encontrarle, a orillas del lago Tanganica, es cuando el periodista, según se cuenta, le soltó la pregunta que nos ocupa: “¿el doctor Livingstone, supongo?
El autor, en todo caso, no le da demasiada importancia a la métrica porque, lo que de verdad cuenta es el ritmo. De todos modos, el lector es el que tiene la última palabra.